Una tormenta podría abatirse de diversas maneras; tal  vez con un prólogo de viento fuerte e intensa polvareda, si antecede una larga sequía en el lugar; y si manifiesta un posterior frente de nubes, el cual tiene tonalidad verdosa y densa, indica grandes posibilidades de granizo; y con mayor amenaza aún si es entre relámpagos y truenos. Finalmente la lluvia. Todo este ciclo, conformado por las etapas expresadas, es sólo probable; pues, como decían en el pasado los abuelos campesinos, “el tiempo siempre hace lo que quiere”.  Entonces, lo único cierto, en lo inmediato, es lo que vemos con nuestros propios ojos: la tormenta, que se sustancia progresivamente y jamás vendrá de golpe.

 Por eso, siempre tendremos tiempo suficiente para manejar nuestra situación, comenzando con la siguiente pregunta: ¿Qué debemos hacer ante tal contingencia? La respuesta es simple: si nos movilizamos en vehículo, corresponde detener la marcha y resguardarnos lo más pronto posible, en una estación de servicios, por ejemplo, si estamos en ruta; dentro de una población tendríamos más alternativas; incluso si nuestra casa está próxima.

 Por lo tanto, consideramos equivocada la recomendación de muchos “especialistas”, que indican “no detenerse durante el temporal en ruta, que impide la visibilidad; pero sí reducir la velocidad”  ¿Señores, si no vemos, cómo podríamos continuar?  La verdadera solución está en “no dejarse atrapar” por el temporal y refugiarse, tal como propusimos en párrafo anterior, antes de que arribe el fenómeno climático.

 Ahora supongamos otra situación. Repentinamente llegamos a un frente de densa niebla o espesa polvareda, en el acto deberíamos reflexionar: ¿El fenómeno nos permite desplazar con visibilidad? Si la respuesta es NO; entonces detenemos la marcha y estacionamos lo más lejos posible del camino; podría ser en banquina muy amplia, camino perpendicular, etc. Y si la respuesta es SÏ; pero a velocidad muy reducida ¡Ojo con esta situación! En algunos países, en zonas de niebla, marcan con pintura blanca sobre la ruta, flechas que señalan la distancia a mantener entre vehículos, según la intensidad del fenómeno; si no contamos con este recurso, será sólo en base a nuestra razonabilidad, la que en caudal suficiente debería emanar del propio instinto de conservación.