Don Antonio, mecánico de cosechadoras era su oficio y mitómano en  las horas extras; alguna vez narró la siguiente historia: “Un día de invierno pleno, cuando el frío intenso hacía encorvar el lomo, decidió invitar a sus amigos, Battista y  Pedrín, para ir a Coronda, con el propósito de cazar  patos;  pues según le habían informado tiempo atrás, allí abundaban estos bichos.

Salieron al alba del día convenido a bordo de su Chevrolet ´47 y un pequeño acoplado enganchado, en previsión de una cacería importante, porque según él era un gran tirador, campeón y medalla de oro en el servicio militar. En tránsito normal llegaron  a destino; sin embargo, al arribar, desapareció el sol, y Battista exclamó:

-¡Qué pena! Se nubló.
-No zonzo ¿No ves que una bandada de patos tapó el sol?-le respondió   Antonio-
Enseguida buscaron un lugar adecuado y se vistieron de yuyos, así confundirían a  las presas; y hubo algunas que hasta  en el lomo se les posaron. Cazaron tantos patos que los perros hartos y cansados ya no colaboraban, por eso prefirieron permanecer a la sombra de unos árboles cercanos. Luego vendría  flor de problema, por la cantidad debieron alquilar un camión con acoplado en el pueblo vecino, y así emprenderían el regreso.

Y lo peor fue que pasaron, sin recordarla con anticipación, por una balanza de cargas; entonces  obligatoriamente debieron someterse al pesaje del camión. En quinientos kilogramos estaban excedidos. En consecuencia, rápidamente intervino la policía, los acusó de depredadores   y en cana fueron a parar; los tres en el mismo calabozo y en el otro, justo al frente, encerraron a los tres perros. Por ahí Battista  dijo:

-Miren cómo se ríen los perros ¿Por qué será?
-¡No pavo! Muestran los dientes porque nos quieren morder-respondió Antonio-
-¿Y ahora  cómo salimos de aquí?-preguntó Pedrín-
-Habría que llamar al cura para confesarnos y de paso le regalamos unos patos. En una de esas tenemos suerte.-    comentó Battista-

-No se hagan problemas muchachos, hice llamar por teléfono a mi esposa y ya está viniendo- manifestó Antonio-

Varias horas después llegó la “vieja” (su señora) y con el carácter de esclavista que tenía pegó tres gritos y una trompada sobre el escritorio del comisario. Entonces los policías, notoriamente asustados, enseguida los dejaron en libertad mientras expresaron:» vayan tranquilos amigos y disculpen las molestias.”