imagesEn contra de toda lógica,  suele tener vigencia la antinomia del título. Y esto, en mayor frecuencia, acontece dentro de países subdesarrollados y con elevado desorden político. Sin embargo, toda valoración relacionada con este asunto debería ser, por ejemplo, a partir de la frase que pertenece al escritor y filósofo romano Marco T. Cicerón: “La salud de un pueblo está en la supremacía de la ley”.  Luego esta síntesis nos  muestra con claridad la razón principal que fomenta la armonía en beneficio del  conjunto social, el  que justamente  instituye un pueblo, cuya dignidad reside esencialmente en la seguridad jurídica, pues al amparo de ella logramos el requisito básico, que consiste en  proteger y legitimar el funcionamiento de los tres poderes del Estado, los que de esta forma perfeccionan la organización social  y dan vida a una verdadera democracia.

Por consiguiente, desde la perspectiva que presenta el último punto del párrafo anterior, cualquier pueblo del mundo estaría en condiciones de fortalecer su  progreso general, a la par del buen resultado obtenido en el tiempo, el cual impacta siempre en la consideración universal y, de este modo, entre otras ventajas nos permite asegurar el desarrollo económico del país,  cuyo resultado deriva de una reciprocidad entre el orden y la riqueza. Y todo ello predispone de manera positiva el ánimo de los inversores locales y extranjeros, éstos últimos por lo general son dueños de importantes capitales financieros y sólidos emprendimientos, con elevados niveles de gestión y tecnología, destinadas a los más diversos rubros de la economía mundial.

No obstante, para conseguir este propósito, idealmente aceitado, es primordial que la justicia no esté nunca supeditada al poder político, y menos aún a los designios de un gobierno de turno, sino todo lo contrario, es decir, que la política se someta a rajatabla a la justicia. Esta estimación incorporada al orden práctico es el único itinerario que podría favorecer de manera genuina a un pueblo. Por lo tanto, sería imposible  soslayar los parámetros descriptos más arriba sin que haya deterioros sistemáticos en el bien común. Y toda negación o desdén es propio de individuos o sectores que privilegian sus intereses económicos y políticos,  o la inmunidad ante la ley,  por encima  del derecho que corresponde al conjunto social.

Por otro lado, no debiera ser  necesario insistir sobre la  clave estructural que asegura el éxito de una gestión política y económica en cualquier país, ubicado  en cualquier lugar del planeta. En consecuencia, es natural apreciar que todo se funda en la seguridad jurídica,  derivada de la absoluta independencia funcional del Poder Judicial, como órgano soberano. Incluso la seguridad jurídica fomenta la estabilidad política y, de paso, dignifica su accionar en beneficio del pueblo en cuestión. Pero estos resultados provienen únicamente de gobiernos enfocados  a servir al prójimo por sobre todas las cosas.

Como corolario, merece destacar que la situación planteada se refiere a algo tan simple para comprender y, por ello, se acerca demasiado a una perogrullada cuando nos esmeramos  en exceso con el fin de explicar cuál es el camino correcto para alcanzar el bien. Y, tal vez,  las manifestaciones realizadas por Manuel Belgrano, tengan mucho que ver con  la situación planteada en el presente escrito: “Me hierve la sangre al observar tanto obstáculo, tantas dificultades que se vencerían rápidamente si hubiera un poco de interés por la patria”.