Populismo_(1)El origen de la democracia se establece en el siglo V  a. C., en Atenas, y su denominación deriva de la unión de dos términos: “démos”, que significa “pueblo” y “kratos”, que expresa “poder”. En consecuencia, de la unión de estos dos vocablos surge  el neologismo, en aquel entonces, como palabra única y universal: democracia, la cual manifiesta “gobierno del pueblo”.

Al respecto, algunos estudiosos estiman que la democracia ateniense es el primer modelo de un sistema democrático. No obstante, muchos son los que difieren de tal aseveración, pues sostienen que una ínfima minoría de la población poseía el derecho de participar en esa democracia, y este  entorno no aceptaba en su composición al resto, integrado por campesinos, mujeres y esclavos, que representaba alrededor del 90% de aquella sociedad.

Con el paso del tiempo, el sistema democrático fue evolucionando en su concepción ideológica y, por ello,  pasó a instituir una forma política  que adoptaron numerosos países del mundo entero. Y hoy en día se diferencia tanto del  condicionamiento originario que bien podría afirmarse que persisten de aquel sistema, solo la intención política esencial y su denominación.

Luego de relatar brevemente la fuente y progreso de la democracia, cuyo modo actual ofrece una forma de gobierno que beneficia en todos los órdenes al pueblo que la detenta, vale decir, en el aspecto  político, económico y social. Sin embargo, este sistema tan conveniente, suele colisionar con los intereses personales de muchos gobernantes de países subdesarrollados casi siempre, donde emplean de manera obscena los recursos públicos detrás del populismo como sistema de gobierno, con el fin primordial de cautivar futuros votantes por medio de múltiples prebendas, cuyas cláusulas tienen como objetivo capital, por más que invoquen un propósito humanístico, asegurar los votos de esos beneficiarios. Lo cual, en la medida que se expanda esta ganga, sistemáticamente va tendiendo a garantizar la continuidad de tal gobierno, ya sea en primera persona o a través de flagrante nepotismo.

 Para ello, a partir de la dádiva,  utilizan diversas maneras de coacción, por ejemplo, “si  no ganamos esta elección, ustedes pierden el subsidio” o “si no van a la marcha, los borramos de tal otro beneficio”, etc. También es normal en estos regímenes  implementar métodos de seducción partidaria dentro de las escuelas, con preferencia en las de nivel primario. Y prosiguen con la declamación permanente, a través de múltiples medios y potentes esbirros, de ser los únicos dueños de la verdad y hacedores de  “grandes logros” en la redistribución del ingreso, en pos de una verdadera justicia social y de un creciente progresismo, al tiempo en que con increíbles recursos, donde el fin justifica los medios, tergiversan la información para tornarla siempre favorable o, en el peor de los casos, neutra. Aquí también es prioritario como política de estado, crear el antagonismo por medio de la siguiente consigna, por ejemplo: “nosotros somos buenos y solidarios, pero los contrarios son una verdadera peste”  Incluso, en esta embestida sistemática, también la Justicia  sufre la injerencia del poder político. Luego, una vez lograda la difusión suficiente del populismo y, con ello,  los sondeos de opinión resultan favorables, urge modificar la Constitución nacional para allanar el camino a la reelección. Rompiendo, de este modo, el histórico  principio constitucional francés, que sabiamente dispone: “(…) no se admite la reelección de un gobierno, sino con un período intermedio (…)”

 Por consiguiente, en este clima político y social resumido, ¿podríamos afirmar que, pese a todo, existe una verdadera democracia? Evidentemente  que no, pues con los procedimientos descriptos se estaría impulsando una especie de fraude que corrompe el libre albedrío de los ciudadanos, pues subyuga a unos y estigmatiza a otros. En consecuencia, por efecto general, ocasiona enormes deterioros del país en cuestión, tanto en el orden interno cuanto ante el resto del mundo. Lo cual tendrá, inevitablemente, tristes resultados en perjuicio de aquellos que  con su perseverancia aportan valores de civilidad genuina, con la eterna esperanza de afianzar en cada jornada una auténtica democracia y, de este modo, lograr una mejor calidad de vida.