Un argentino auténtico jamás debería dudar de las cualidades de patriotismo, altruismo y capacidad para analizar las necesidades de la sociedad que integraban y del país en su conjunto, que evidenciaron en los hechos próceres de la talla de San Martín y  Belgrano, por ejemplo; ellos no se perpetuaron en el poder (y podrían haberlo hecho tranquilamente), tampoco quisieron dejar una impronta personal y compulsiva en plazas, paseos, vías de comunicación y, mucho menos, en monumentos; con tal actitud, seguramente, pensaron que sería la posteridad agradecida la encargada de reconocerlos por la actuación en favor de nuestra Nación y proyectada luego a toda America  del Sur; según  anhelaban  San Martín y Bolívar.

 Con todo, es una pena enorme, saber que existen algunas personas que autotitulados “historiadores” y para  promocionarse como tales, no trepidan en degradar a aquellas personalidades, endilgándoles defectos que a 150 años serían imposibles de definir; más aún, si consideramos que esos patriotas fueron hombres, por sobre todo, y por ello es una verdadera gansada pretenderlos seres perfectos.

 Pero esos “historiadores” tienen claro su propósito, y es que cada nombre de los más eximios próceres constituyan peldaños de una escalera que les permita trepar rápidamente hacia la fama por la acción “mediática”. En consecuencia, de este modo en breve podrán instalarse a traste ancho en la opinión pública.

 Un ejemplo (y para muestra basta un botón, decían mis abuelos). Hace algunos años, en el Teatro San Martín de la ciudad de Córdoba, se presentó un de esos “mediáticos”  aludidos; en su tendenciosa alocución pronto dejó en claro cuál era su escalera a la fama, el general Don José de San Martín. Y cuando presintió que tenía al público presente  “en el bolsillo”, entonces abordó impávido la cuestión referida a las “dudosas inclinaciones masculinas” del padre de la Patria y, de paso, tampoco Manuel Belgrano se salvó de esta embestida. Ya instalado en la cumbre de la injuria, un joven allí presente se puso de pie e increpó al disertante por tan lamentable valoración ¿Qué imagina el lector que sucedió? ¿Que saltaron los patriotas en defensa de los próceres? No, para nada, pues la generalidad del público comenzó a  abuchear al joven; es decir que los patrioteros reprobaron al patriota; aunque usted no lo crea. “La primacía de los tontos es insuperable y está garantizada para todas las épocas. El terror de esa tiranía se mitiga por su ineficiencia y sus consecuencias”. Albert Einstein.