El título se adapta perfectamente para una novela romántica, la cual podríamos fomentar con la imaginación, mientras pasea libremente por el campo del pensamiento. Pero ahora no es mi propósito, más bien emplearé esa imaginación con el fin de proponer soluciones posibles, con resultados tangibles, respecto a un gravísimo problema que nos involucra a todos, sin excepciones.

Pocos días antes de la tragedia en Japón, decía “no” a la energía atómica, justamente dentro de una exposición destinada a otro espacio literario. Y ahora vengo a sugerir el modo para reemplazarla, además, debemos comprender y recordar que la Argentina es un país colmado de virtudes naturales. Y para solucionar los enormes riesgos, costos y otros que genera la energía nuclear, tenemos  la inmensa Patagonia, con fuertes vientos permanentes y, por ello capaz de producir electricidad, y tantísimos recursos que la ciencia y la tecnología definan en el transcurrir, con el empleo de la energía eólica. Incluso, podríamos complementarla con la energia solar y la fuerza hidráulica.

No hace mucho tiempo anduve por algunas provincias del sur, En Chubut, por Comodoro Rivadavia y Rada Tilly; en Neuquén,  por Cutral Có y en la Pampa, por General Acha, y algunos molinos de viento vi.  Sin embargo, fueron tan escasos que parecían dedicados a manifestar una utopía, más que el medio óptimo para  la producción de energía eléctrica. Por otra parte los detractores aseguran que este tipo de molinos de viento producen matanza de aves y seria contaminación visual, en verdad, no conozco disparate mayor que la primera afirmación, en cambio la segunda es discutible.

La naturaleza nos ofrece generosamente una solución, por ello no aprovecharla es un verdadero error. Y no importa el costo inicial del emprendimiento y menos aún si tenemos el dinero, porque al poco tiempo se recupera la inversión a través del considerable ahorro que generan estos equipos, además no debemos olvidar jamás que la salud y la vida son más importantes que los recursos monetario, más aún si éstos no son asignados adecuadamente. En consecuencia, procedamos rápidamente con el objeto de instalar la mayor cantidad posible de estos molinos, por las siguientes razones: nuestro país tiene una superficie territorial enorme con vientos permanentes, los molinos de viento no agreden al ecosistema y casi no requieren mantenimiento, implican riesgo “0” para todo, no demandan ningún gasto para funcionar continuamente ni emiten ruido alguno, podrían generar energía eléctrica en dimensiones impensables en este instante y, por otro lado, minimizan las posibilidades de componendas ¿qué esperamos, entonces?

¿Otro Chernobyl?

¿Otro  Fukushima?

¡No, basta por favor!

Ah, y  “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”; preciosa frase del ruso León Tolstoi, que en nuestra propuesta encaja como una pieza de alta ingeniería.