En pleno verano, un domingo por la tarde cuando el crepúsculo ya se   habia adueñado del horizonte, se encontraron en el boliche del pueblo tres chacareros vecinos y amigos. El tema común y casi excluyente que los apenaba era la prolongada y brutal sequía. Apenas sentados a la mesa correspondía por hábitos  solicitar algo para beber. Entonces Tunín  llamó al mozo y pidió un ajenjo con hielo; Bartolo expresó, «para mí un  potrillo de vino tinto, fresco del pozo  solamente» ; y Chiscot, para dar la contra de entrada nomás gritó: » ¡Yo tomo una grapa doble!»

A partir de allí iniciaron los comentarios con lamento encendido  por la falta de lluvias; y nada mejor que darle énfasis al tema acuciante a través de una representación dramática, según usos y costumbres. Por eso comenzó Tunín diciendo:

-Si supieran de mi angustia.  No hay más sobras en mi casa, no tenemos un centavo. Los perros andan todo el día con la lengua afuera; porque de tan flacos que están ya no tienen lugar para guardarla. ¡Qué lo parió!

-Ah, pero eso no es tanto. Mis perros son 7 en total y están tan flacos que duermen a la sombra de un hilo de alambre; cuando llegan visitas les hacen una fiesta bárbara en lugar de ladrar. Creo que tratan de lograr una propina o demostrar la bronca hacia sus patrones ¿Será un piquete por falta de alimentos?  -terció Bartolo-

-Ustedes tienen mucha suerte todavía. En mi casa tenemos 5 perros, un lanudo, un galgo y 3 ratoneros, y en días de ventarrón debemos atarlos a los postes, son tan livianitos que vuelan como barriletes los desgraciados –repuso Chiscot, y agregó- ¡Este espectáculo es más fiero que el caldo de gato, carajo!