1246807451521_fDicen que aconteció en un pueblo del norte provincial, hace bastante tiempo. Se aproximaban las elecciones y el joven candidato en cuestión representaba a uno de los dos partidos mayoritarios. El hombre, a quien llamaban  Chicho, traía una mochila llena de esperanzas y promesas, pero era muy poco conocido en el lugar y para colmo andaba de bolsillos flacos. Por eso un día, convocó a su secretario y juntos se dedicaron a realizar visitas casa por casa, con una consigna clara para captar votos, en consecuencia, el candidato golpeaba la puerta del vecino y al ser recibido decía, por ejemplo: “¡Buen día, don Ciriaco! Vine personalmente a pedirle su voto porque no tengo plata para hacer publicidad, también por eso ando a pié. Usted diga lo que necesita, que si gano se lo doy…”

-Y mire  Chicho, me hacen falta unas chapas para arreglar el techo de la casa-aclaró don Ciriaco Fuentes-

-Anote, 10 chapas de cinc para la familia Fuentes- dijo el candidato a su secretario-

Luego se dirigen a la casa siguiente con igual propósito y:

-¡Buen día don Esculapio! Vengo a pedirle personalmente su voto  porque no tengo plata para (…) ¿Qué necesita usted?-interrogó el visitante-

-Mira, me conformo con un lechón al horno y unos 10 litros de tinto, del bueno-Aclaró don Esculapio-

-Anote, 3 lechones al horno y 5 damajuanas de tinto para el amigo-manifestó Chicho a  su secretario-

De este modo arriban a la tercera casa, cuyo dueño era don Agapito, a quien le reiteran la consigna. Y al ser preguntado, el patrón responde:

-A usted, Chicho, le debo contar la verdad: hace tres meses que con mi familia corremos la liebre, ya no damos más.

-¡Ah la maula! Exclamó el candidato, y agregó, secretario anote, dos galgos para la familia de don Agapito.