Era muy temprano, y ni siquiera el alba había asomado, cuando los tres integrantes del grupo partimos desde la ciudad de Salerno. Una gran dosis de aventura nos movilizaba, y el propósito central consistía, precisamente, en recorrer el Volcán Etna, una montaña de 3325 msnm, con enormes cráteres en la cúspide y  múltiples de menor dimensión sobre sus flancos. La primera etapa, de  435 km, finalizó en Villa San Giovanni, pues allí se encuentra el embarcadero, en el cual pronto accedimos a un ferry  con nuestro vehículo, un Dacia Duster, gasolero.

Compartíamos el espacio flotante con gran cantidad de personas, autos, buses y camiones de gran porte. El barco era enorme, y bastaron unos 20 minutos de navegación para  cubrir el trayecto  de  3,5 km, para  luego desembarcar en Mesina. Sin embargo, solo  costeamos dicha ciudad y rápidamente abordamos la autopista A18-E45, con rumbo al sur de Sicilia. La primera población de importancia se llama Taormina, de allí faltaban unos 50 km para llegar a destino, el tránsito era calmo, igual como se presentaba la mañana, pero la tensión iba en aumento constante, desde que comenzamos a observar la imponente figura del Volcán. Y al principio parecía más bien una ilusión óptica detrás de un espeso manto de bruma, sin embargo, a medida que nos fuimos acercando, la nitidez crecía continuamente, en tanto que el panorama infundía asombro y, también, un poco de temor.

Y el miedo surgía espontáneo, no era necesario pensar demasiado. Además no podría ser de otro modo, puesto que en ese instante de sus cráteres superiores emanaba una intensa fumarola y, de tanto en tanto, algún estruendo se expandía velozmente por la vastedad del cosmos, tal como esos retumbantes truenos que son propios en una tormenta de verano. Mientras que  enormes columnas de humo se elevaban a considerable altura, para  expandirse hasta desaparecer lentamente en la inmensidad del cielo. Al respecto, el Instituto de Geofísica y Vulcanología de Catania, informaba que desde el 23 de enero apenas pasado, la  actividad se había intensificado, especialmente, en el Cráter Sudeste. Todo lo cual parecía el preludio de un espectáculo tan dantesco como peligroso, por ello  demandaba una buena dosis de intrepidez en el visitante.

Ante esta situación, nos mantuvimos un poco alejados del fragor sinónimo de riesgos serios. Y solo recorrimos determinados tramos de la periferia basal de la montaña, que llaman “Mongibello” y Etna denominan al cono volcánico. El Etna cubre un área de casi 1.200 km2, con una circunferencia en la base de unos 140 km de extensión. Es uno de los volcanes más activos del mundo y está en permanente erupción, cuyo inicio, según algunos estudiosos, detenta unos 500.000 años de antigüedad. En el año 2013 fue declarado “Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO. Y no obstante la amenaza que implica estar cerca, en la actualidad muchas personas viven en su entorno e incluso sobre sus faldas. Dada la fertilidad del suelo volcánico de sus laderas que favorece la agricultura extensiva, más el desarrollo de espléndidas huertas y viñedos.

Para ascender al Volcán, una alternativa  es  ir desde Catania en dirección a Nicolosi, y de aquí al Refugio Speranza del Club Alpino Italiano, ubicado a 1910 msnm, y de este lugar al Refugio Torre del Filósofo, de 3000 m de altitud, hasta donde se podría llegar con un vehículo 4×4 que es el medio más apropiado. Y a partir de este Refugio es menester usar una mascarilla especial por la existencia de gases tóxicos que son irrespirables, también las lágrimas impiden la correcta visión y el ardor afecta el sistema respiratorio. Por todo ello, subir e  intentar el cono superior del Volcán, es evidente que no representa una proeza al alcance de cualquiera, y muchas veces ni siquiera para un deportista en forma. Por otra parte, la cumbre posee 4 cráteres distintos, cuyos nombres son: Bocca Nuova, Vorágine, Sudeste y Nordeste. En cuanto a los laterales, suman unas 300 ventilaciones de diversos diámetros.

Finalmente,  cuando languidecía la jornada y renacían las sombras, mientras que la luna  asomaba tímidamente sobre el horizonte marítimo, partimos hacia Siracusa, una ciudad  ubicada a 58 km al sur de Catania, en la costa este de Sicilia. La cual  fue fundada en el año 734 a.C. por los griegos, en una  isla que denominaron Ortigia,  y consagrada a Artemisa,  la población actual es de 120.000 habitantes. Siracusa es un lugar donde el tiempo pasa lento y las tradiciones ancestrales se evidencian en cada instante, también es donde la paz común y la historia universal  podrían cautivar nuestras  sensaciones. Por todo eso, que es solo parte del conjunto, seguramente el  viajero  podrá llevarse de aquí un  bello e imborrable  recuerdo.