dineroEl egoísmo es un sentimiento natural que anida en cada individuo, no obstante podría ser moderado desde la razón, la cual también es una fuente creadora  de la voluntad necesaria para aplicar al diseño de nuestros actos. El egoísmo es opuesto al altruismo, y si bien contribuye a proveer al sujeto portador, de alguna manera perjudicará al prójimo, pues en grado excesivo permite obtener fines a costa de otros, donde la principal víctima es la solidaridad y, por ello,  deteriora la senda que conduce a optimizar  las relaciones humanas. En consecuencia, el efecto que comienza  con aparente beneficio para su titular, terminará inevitablemente por ocasionarle algún perjuicio;  si no es que algo de sensibilidad social comanda sus escrúpulos.  “El dinero apela al egoísmo e invita siempre al abuso  ¿Es posible imaginarse a Moisés, a Jesús o a Gandhi con la  bolsa de dinero de Carnegie?” Albert Einstein.

Por lo tanto, es recomendable que tendamos a establecer un equilibrio en los sentimientos que gobiernan nuestros intereses personales. Y  también necesitamos  comprender, que si generosamente damos al prójimo en cualquier orden y sin pedir nada a cambio,  la rueda del tiempo nos permitirá recibir, tal vez  con creces, porque ella  gira por el  impulso  de todos los beneficios ofrendados,  y donde  nuestro aporte  inicial es parte de esa fuerza.

Un  egoísmo exacerbado, y por ello malsano, nos podría beneficiar sólo en la acumulación de bienes materiales, es decir, que el provecho sería puramente económico.  Pero debemos comprender que esta derivación será únicamente durante nuestro paso terrenal, que lamentablemente suele ser demasiado breve, porque al más allá nada, en absoluto, llevaremos. Vale decir que nos iremos con las manos vacías, tal como cuando vinimos a este mundo. Sin embargo, existe una gran excepción, y la representa el otro capital, muchas veces olvidado por su propietario y rara vez menospreciado por los demás, y es el capital espiritual que, si de acciones dignas se trata,  constituye un verdadero valor que enaltece el camino transitado por el hombre y perdura en el tiempo,  para convertirse luego en patrimonio moral que a todos nos pertenece.

Finalmente cabe una reflexión extraída de los acontecimientos de todos los tiempos: los  buenos valores heredados, y entre ellos el altruismo, dignifican con eterna proyección.  En cambio,  los legados  materiales  suelen, con frecuencia, ser razones suficientes para que familias enteras se destruyan, y con más discordia  cuanto mayor sea el volumen del capital a repartir. De modo que si el patrimonio referido  logró dimensión a partir del egoísmo exagerado, peor aún, pues existirá un serio defecto anterior, sustentado en la genética o en los usos y costumbres, cuyas consecuencias podrían proyectarse en el tiempo.

“Las metas comunes del esfuerzo humano, obtener posesiones, éxito exterior, apariencias  y lujo, siempre se me han presentado como despreciables, desde que era muy joven”. Albert Einstein.