Eran las 10,05 horas de un día ventoso y nublado, en la primera  semana  de mayo, cuando nuestro avión posaba suavemente sobre la pista del aeropuerto; enorme complejo denominado Heathrow; en el cual tendría que realizar el trámite de ingreso al país y, posteriormente, recuperar mi valija.

 Comencé por  hacer una nutrida cola en la pasarela definida con cintas azules; la que pronto estableció dos alternativas: “comunidad europea y norteamericana” por aquí, y “el resto” por allá, al otro lado. De este modo me vi  mezclado con africanos, centroamericanos, hindúes, etc.; y delante mío un  individuo  con indumentaria de monje Shaolin; todos pasaron con bastante rapidez, hasta que llegó mi turno. La persona de migraciones, una corpulenta morena, con evidente ascendencia afro, que al mostrarle el pasaporte me miró fijamente y exclamó en idioma local:

 -¿Argentino?

 -Sí, respondí con cierto orgullo en la voz.

 -Entonces espere allí sentado-expresó,  señalando una rústica silla-

 Pasaron unos quince minutos al tiempo que ella efectuó una comunicación telefónica, y mi ansiedad iba en aumento hasta que apareció un señor, algo entrado en años, y con buen talante me preguntó en inglés:

 -¿Comprende nuestro idioma para entablar un diálogo?

 -No lo suficiente- respondí, y agregué-¿Podría ser en italiano?

 Sí, puedo hablarlo-dijo, y luego prosiguió-

 -¿A qué viene usted al Reino Unido?

 -Por una visita turística y cultural; después de Londres iré a  Oxford y Cambridge; además de Liverpool-manifesté-

 -¿Se quedará por mucho tiempo?

 -Menos de un mes-repuse-

 -¿Con quién viaja?

 -Solo-contesté-

 -¿Dónde se alojará en Londres?

 -En Lillie Road, nº… -dí la dirección de mi hotel-

 -¿A qué se dedica en su país?

 -Soy profesional universitario en ciencias económicas, investigador y escritor.

 -Bueno señor, bienvenido a Inglaterra y que disfrute la estadía en mi país- manifestó con notable simpatía-

 Ni tuve tiempo para darle las gracias, porque me quedé boquiabierto y él raudamente se alejó del lugar. Entonces volvió mi corazón a ocupar su  sitio y mientras iba por la valija me preguntaba: ¿Es razonable pasar este sofocón de incertidumbre? Pues si hubiera viajado con el pasaporte italiano, para ellos, la situación era distinta y para mi también.