Transcurría el mes de abril cuando partimos con destino a Bolivia, era muy temprano y la oscuridad teñía el firmamento porque el alba aún dormía; nuestra intención era acceder a ese país por el paso fronterizo de Salvador Mazza-Yacuiba. Y luego de múltiples trámites aduaneros, propios del subdesarrollo, pudimos ingresar. La jornada había sido extensa y agotadora, por esto decidimos pernoctar en aquella población limítrofe y al día siguiente partimos hacia Santa Cruz de la Sierra, adonde llegamos  después de transitar unos 550km; los cuales demandaron un día entero de marcha. Confieso que pocas veces vimos un camino en estado tan calamitoso, por el que cada metro de terreno puso a prueba la fortaleza mecánica de nuestra camioneta. En varias “trancas” situadas a lo largo del itinerario nos informaron que esa ruta estaba en total reconstrucción.

Imagínense y sin exagerar, creo haber  estado más tiempo en el aire que posado sobre mi asiento trasero, en el costado derecho; y ni pensar en realizar mi función de cebar mates, por miedo de tragar la bombilla o, con ella, romper algún diente en cualquier sacudón.

 En la “tranca” más gravosa de todo ese tramo, donde debimos pagar el monto más elevado por peaje, un policía que cuidaba la recaudación con mucho esmero, nos informó que en adelante la ruta estaba: “zzzzzzittt, lisita” y acompañó tal afirmación con un gesto elocuente. No obstante, pronto la realidad nos proporcionaría una versión muy distinta, dado que la ruta alabada parecía un verdadero campo de batalla. Con todo llegamos a destino sin deterioros y cuando el crepúsculo ya  reinaba en el horizonte; era el fin de la primera etapa en aquel país. Y llamativo resultó, además, que a lo largo del ingreso no vimos ni siquiera un cartel que indicara dónde estábamos y  a qué lugar habíamos arribado; en consecuencia, una sensación de anonimato imperaba en ese instante.

 Sin embargo, a medida que nos acercamos al centro, rápidamente la situación fue cambiando, pues de una pobreza franciscana, en la periferia, pasamos a un precioso lugar que define el centro de la ciudad, con características dinámicas, urbanas y de ordenamiento que la categorizan como una bella y pujante urbe; más aún si incluimos en la consideración el parque automotor que posee, compuesto por numerosos vehículos de alta gama. Una vez alojados en hotel decidimos ir a cenar, el lugar elegido después de informarnos fue una ornamentada parrillada, y aquí escuchamos durante nuestra permanencia, con no poco asombro, a  comensales de mesas vecinas que dialogaban en diversos idiomas, en especial europeos.

 Santa Cruz de la Sierra, tiene 1.760.000 habitantes, está al este del país y a orillas del río Piraí. Es la población más grande de Bolivia y se ubica entre las primeras de mayor crecimiento en el mundo. Los principales sectores de su economía se diversifican en: hidrocarburos, forestal, construcción y agroindustria.