Era serena y despejada la mañana de domingo, cuando el reloj marcaba las 10hs en punto y el sol irradiaba su natural intensidad, propia del mes de enero; allí en un paraje rural del sur este cordobés, en ese preciso instante Tumalín llegaba a la casa de Chiquino, un amigo de toda la vida; ambos eran contemporáneos y en el entorno de  las cinco décadas. En el acto Tumalín hizo sonar la bocina de su destartalada camioneta; según  vieja costumbre  de anunciar el arribo, en tanto varios perros ladraron con cierta vehemencia.

 Luego del recibimiento cordial, el dueño de casa lo invitó a ubicarse en la cocina, el mate aún estaba caliente y para comenzar con mayor entusiasmo agregaron un generoso vaso de vino tinto, ya que los dos necesitaban dinamizar la frondosa imaginación que las mismas condiciones de vida les había cultivado, la cual los inducía con frecuencia a compadrear mediante singulares fantasías, y era también su particular manera de amenizar el momento compartido.

 Con tal propósito iniciaron el diálogo sobre temas breves y banales, con la evidente intención de elaborar un “ablande”. Y a partir de allí comenzaría entonces el verdadero intercambio convertido en contrapunto, como ellos preferían:

 -¿Sabes Tumalín? Si no fuera por el Tali no sé qué sería de mí (el Tali era un perro galgo de color blanco).

 -¿Tan importante es el Tali para vos? Será porque vivís solo-reflexionó Tumalín-

 -Te cuento. Él se dedica a la cacería, y aprovechando su velocidad me llena la heladera con provisiones; casi todos los días trae una liebre, alguna perdiz que cazó al vuelo o un lechón, sin importar quien es su dueño. Y si yo estoy ocupado, entonces el Tali prende el fuego y cocina esas presas, mientras prepara la mesa; al final nos sentamos  y compartimos el alimento. Es delicado el desgraciado, no se conforma con tomar agua durante la comida, por eso debo servirle un vasito de vino y allí mueve la cola-relató el dueño de casa-

 -Es admirable cómo te ayuda; pero no es para volverse loco. Mi perro, el Chilín, era mi mano derecha y la izquierda también. Imagínate, últimamente me enseñaba computación y renegaba conmigo porque no conozco nada de esos sistemas modernos. Y murió hace más o menos un mes ¡Qué lo parió, cómo lo siento!-relató Tumalín-

 -¡Se te murió! ¿Lo pisó un auto o de viejo?-expresó conmovido Chiquino-

 -Callate. No me vas a creer; el pobre estaba jugando al truco con el gato. Eran muy amigos; pero la timba los trastornaba y, por eso, se miraban con odio. Por ahí el Chilín le hace una joda al gato, y éste infeliz le tiró una piña; en consecuencia, la situación se desgració del todo y puso tan nervioso al perro que le dio un síncope y chau-narró amargamente Tumalín-

 -¿Y qué hiciste con el gato?-interrogó Chiquino-

 -Le pegué una flor de patada en el traste y lo mandé a la iglesia del pueblo, a confesarse; y allí el cura, al conocer  las aptitudes del gato, enseguida lo contrató para cautivar a la feligresía femenina; además de censurar en cualquier manera a los pijoteros, esos que miran para otro lado cuando pasa algún voluntario recaudando el diezmo-contestó Tumalín-