campos_quemadosPor lo que sucede año tras año es indudable que el invierno nos conduce a la primavera, así lo indica el calendario inclusive, pero lamentablemente y por lo que muestran los acontecimientos estacionales parecería que es por el camino obligado de los incendios. Algunos son pequeños y se logran controlar fácilmente, en cambio otros son realmente enormes y devastadores, donde perecen importantes superficies de vegetación autóctona, implantada y todas las especies animales que en ese lugar habitan. Y de tanto en tanto, también los seres humanos pierden su vida o sufren serios deterioros de salud merced a la acción de las llamas que a la vez  destruyen bienes materiales, incinerados en la hoguera.

Hay solo dos causas  que podrían producir un incendio de campos y montes: una, humana y otra totalmente fortuita. La primera podríamos subdividirla  en intencional y negligente,  en ambas situaciones intervienen individuos que no aprendieron a cuidar la naturaleza y tampoco entendieron que protegerla es amar la vida, lo cual incluye su propia vida también.Recorriendo un poco de historia para ilustrar: sería impensable poder observar a algún indígena, el cual vivía siempre inmerso en plena naturaleza,  provocando un incendio con fines destructivos, pese a que el fuego era parte de su vida cotidiana. Por otra parte, en el procedimiento negligente, se requiere una buena dosis de resentimiento para actuar con desaprensión y tirar un pucho o hacer un asado, por ejemplo, en pastizales secos u otra vegetación altamente combustible, sin importar y conociendo de antemano los posibles resultados de tales actos.  Todo estrago intencional, es doloso, y con respecto al comportamiento  negligente, se trata de una acción culposa. En consecuencia, en ambos casos debería aplicarse la ley con el máximo rigor. En otro orden, es muy remota  la posibilidad de que el incendio provenga de un hecho fortuito, tales como  rayo,  cortocircuito eléctrico o  vidrio que potencia la acción solar.

Entonces, ¿cómo prevenir la acción intencional o negligente  del hombre,  respecto de los incendios? Debemos partir de una diferencia real: la persona de campo difícilmente incinera la naturaleza, porque es su naturaleza. Y ya no se queman los rastrojos como se hacía en el pasado, hecho que podría concitar un incendio incontrolable si se levanta repentinamente un viento fuerte. Luego de este breve análisis propongo la forma de mejorar conductas: con tal propósito corresponde establecer asignaturas de nivel primario y secundario, cuyo contenido amplio y detallado se refiera al comportamiento humano en sintonía con el ecosistema, partiendo del valor que éste tiene para la vida, presente y futura, además de realizar las enseñanzas sobre el terreno, en espacios abiertos y donde la naturaleza se evidencia plena, como sucedía en mi escuelita de campo,  allí, todas las semanas teníamos clases prácticas de cómo cultivar una huerta, plantar árboles adecuados al espacio disponible y el modo de cuidarlos, basados en el siguiente  emblema conceptual: “no es posible amar lo que no se conoce”.

Finalmente,  el aprendizaje  descripto en el párrafo anterior debiera estar dirigido  primordialmente a las personas que habitan  los grandes conglomerados urbanos, pues es este mismo medio el que las divorcia y aleja de la naturaleza. En cambio, el individuo criado en el campo o monte por lo general sabe mensurar espontáneamente la salud del medio ambiente.