El enunciado es un tema de efectos controvertidos en distintos ámbitos y que, muchas veces, presenta posiciones diametralmente opuestas en la consideración de analistas económicos de reconocida trayectoria.

Días pasados, leíamos el comentario de un periodista que trabaja para un medio especializado en economía. El cual se refería al avance tecnológico “como una bendición, generadora de ocupación…”; aunque reconocía que en el primer impacto produciría un volumen de desocupación “no preocupante”. Sin embargo, esta creencia dentro de una economía atribulada como la de nuestro país en especial, define una auténtica quimera. Dado que basta conocer un poco de la historia acaecida en los grandes centros económicos y sus implicancias en las economías emergentes, para sustentar una posición que provea de un razonable realismo.

ANTECEDENTES

Aconteció a partir del año 1850, con epicentro en Inglaterra en particular y en la Europa Occidental en general; con el desarrollo del maquinismo o de la industria pesada. También denominada “Segunda Revolución Industrial”.

El resultado inmediato fue una lacerante desocupación, con un voluminoso excedente de mano de obra, el cual hubiese generado seguramente estallidos sociales en sus países.

Por ello Inglaterra ideó, con la asunción al poder de la burguesía industrial, promover la reubicación en el mundo de esa mano de obra desocupada. ¿Cómo? Simplemente a través de la ideología necesaria para extender el poder hegemónico a la economía mundial, que se denominó la “División Internacional del Trabajo”. Entonces, al excedente de mano de obra producido por el avance del maquinismo, Inglaterra lo canaliza hacia sus diversos enclaves que poseía diseminados por el mundo; dado su pasado colonial- imperial. A esos lugares emigraron los súbditos de la corona que no podía incorporar la industria local: Canadá, Australia y Estados Unidos receptaron, en consecuencia, gran cantidad de inmigrantes anglosajones.

En la Argentina, los ideólogos del momento (Sarmiento, Alberdi, etc.) soñaron con esos inmigrantes; pero el problema del idioma, la religión y las costumbres aparecían como impedimentos insalvables, y al país ingresaron solamente una cantidad ínfima. No sucedió lo mismo con los de otros países de la Europa Occidental, principalmente los italianos y cierta cantidad de suizos- alemanes, franceses, etc.; que manifestaron una adaptabilidad casi inmediata a las rigurosas exigencias de nuestras extensas pampas. Y así nació y se consolidó, durante la segunda mitad del siglo XIX y hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial, el fenómeno histórico llamado “Colonización de la República Argentina”; con grandes implicancias económicas y sociales para el país.

Por consiguiente, en esta oportunidad histórica las economías centrales de las grandes potencias, con la iniciativa y la perseverancia de Inglaterra, solucionaron la desocupación con el desarrollo de “las chacras” en los países periféricos, que reunían condiciones ideales, clima templado y fértiles llanuras para la producción de materias primas, principalmente el trigo. Y hacia los que promovían, en connivencia o complicidad con los gobiernos locales, el éxodo de ese excedente de mano de obra. Destinatarios de ese flujo humano fueron Argentina, Australia, Canadá, etc.; luego, a estos países enviarían una buena parte de sus excedentes de producción industrial, como pago de los productos agrícolas y ganaderos que recibían. Pero en base a una escala de precios determinada por el más poderoso.

 

EL MUNDO Y LA ARGENTINA DE HOY

Permítannos hablar de una “tercera revolución industrial” con el desarrollo actual de la cibernética y la informática, con epicentro en los países de avanzada, produciendo grandes transformaciones tecnológicas y productivas, pródigas en múltiples beneficios y una consecuencia negativa de efecto inmediato. Que es denominador común en cada ámbito de la actividad industrial fundamentalmente: la desocupación. Tal como aconteció en el proceso histórico anteriormente relatado, pero ahora con resultados preocupantes para las economías emergentes y para nuestro país en particular.

Y este vertiginoso, amplio y complejo desarrollo tecnológico, sí resulta una bendición, generadora de ocupación; pero en las economías centrales y en los ámbitos de derivación procesal únicamente. Pues la mano de obra expulsada de la industria automotriz por “culpa” de un robot, por ejemplo, será absorbida por el fuerte crecimiento de la industria informatizada y robótica; lo cual produce un permanente y casi automático reacomodamiento; e igual concepto se podría verter sobre todos y cada uno de los rubros afectados. Y el resultado global de este proceso les permite actuar en el mercado mundial con un voluminoso saldo exportable de gran calidad competitiva en tecnología y precios.

Incluso estos países, también llamados del Primer Mundo, aportaron tecnología avanzada y apoyo financiero, de manera creciente, al desarrollo de la actividad agropecuaria propia, cuyo remanente de producción también va al mercado internacional. Y por el cual no trepidan en subsidiar para descolocar a la competencia.

La Argentina, como economía “en vías de desarrollo” – que en este contexto infiere un florido eufemismo- desde el sector agropecuario, ya no puede proveer abiertamente de productos primarios, principalmente granos, al mundo en general y al mercado europeo en particular, como hizo en aquel momento histórico; porque el Mercado Común Europeo compite con nosotros e inclusive lo hace Estados Unidos. Subsidian sus productos y nos ganan porque no tenemos plata, según dicen algunos, para subsidiar también. Paralelamente, en el ámbito local, tampoco se estimuló al colono con medidas tendientes a lograr su permanencia en el campo, tales como:

  1. Infraestructura que dignifique su calidad de vida y facilite el funcionamiento empresarial.
  2. Apoyo crediticio, suficiente y sostenido para mejoramiento de maquinarias, vientres, etc.
  3. Defensa de los precios agropecuarios en el mercado internacional, por la vía política y económica.
  4. Mediante subsidios u otros recursos destinados a favorecer la competencia comercial de nuestros productos primarios.

Y por el resultado de ese abandono, da pena ver cómo se despobló la “pampa gringa”. Y esto genera, en   buena medida, más desocupación y desolación. Porque los chacareros, en gran mayoría, ya no viven en sus campos.

Desde el sector industrial, la mano de obra expulsada de la industria automotriz por un robot, por ejemplo, no podría ser receptada desde una fábrica local de computadoras u otra de componentes informáticos; sencillamente porque éstas no existen o escasean. Puesto que no se fomentan ni la tecnología a través de los estudios universitarios adecuados, ni tampoco las inversiones básicas que demandan tales propósitos.

 

CONCLUSION

Sin embargo, es razonable pensar que, con el transcurso del tiempo y por las leyes del mercado, se procese un reacomodamiento y tienda a disminuir el desempleo. Pero ese tiempo suele ser penosamente prolongado, tal como sucedió en Europa a partir del desarrollo del maquinismo. Y en lo inmediato, el Estado podrá atenuar este fenómeno por medio de la creación de subsidios transitorios, más una cobertura social básica. Sin olvidar jamás que la dignidad del ciudadano se funda en el trabajo y no en la dádiva permanente. Incluso, esta premisa se basa en una lógica social y económica, pues no es viable que el subsidio reemplace al trabajo a largo plazo. Tampoco es racional contrariar aquel precepto bíblico que señala: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”.

Los programas, en efecto, deberán ser diseñados a la luz de políticas con profundo contenido humanístico, porque la desocupación no es sólo una palabra, ni su conjunto conforma nada más que un número o porcentaje. Es, en verdad, la expresión que encierra una de las sensaciones más feas que se le pueda inferir al hombre: la miseria de la pobreza injusta y la invalidez social e individual de su persona.

Finalmente, las soluciones de fondo o estructurales, tendientes a disminuir la desocupación, existen. No dudamos. Pero para ello, primero se necesita interpretar certeramente los problemas y luego adoptar decisiones correctas, las cuales deberán estar dirigidas a desarrollar con vigor los sectores de la economía que estratégicamente convienen, en un marco jurídico y cultural en sintonía; y siempre con los pies sobre la tierra, para que nos permita crear el beneficio genuino de la economía productiva que proviene del sector privado. Y jamás pergeñar el ocultamiento de la desocupación mediante el abarrotamiento de mano de obra dentro del sector público. Lo cual representa lo que técnicamente se denomina: “desocupación disfrazada”. Y, en buen romance, la conocemos también a través del apotegma que manifiesta: “Es como barrer la basura debajo de la alfombra”. Por otra parte, un sector público recargado en exceso con mano de obra innecesaria, siempre redundará en perjuicio del financiamiento del sector privado, pues le absorbe recursos genuinos que servirían para la reinversión y, por resultado, se lograría una mayor producción.

¿Y cómo se crean las fuentes de trabajo genuino? ¡Con la INVERSION PRIVADA!

¿Y cuáles son los únicos caminos para incentivar la inversión privada? ¡El de la SEGURIDAD JURIDICA garantizada, más la ESTABILIDAD POLITICA, DEMOCRATICA Y ECONOMICA perdurable en el tiempo!