peon-ruEs una historia real. Transcurría la década del ´70 cuando una familia chacarera, residente en la zona de Luxardo, contrató un peón para que realizara distintas tareas en su campo; él era gringo, medio petiso, de unos 60 años de edad, su cara  muy roja mostraba  los embates del sol y la sangre a flor de piel, con grandes ojos grises y  de mirada penetrante; se llamaba Juan y tenía un alias, le decían “Yuanín  l` mat” (Juancito, el loco). Su personalidad poseía singulares aptitudes, tales como  gran voluntad para el trabajo, sin importar el tiempo y la diversidad de las obligaciones  encomendadas; además de una credulidad  casi ilimitada, en especial sobre temas relacionados con mujeres jóvenes, en este rubro “comía todo lo que le tiraban”. Por eso, nunca faltaron bromistas y “gorros de lana” que le calentaron la cabeza con frondosas ilusiones, donde alguna joven del entorno sería protagonista involuntaria de una novela de amor; aunque, por lo general, ella no participara con su presencia y, a veces, ni siquiera se enteraba del romance; pues todo se elaboraba sólo en la imaginación de Yuanín y de su eventual embaucador.

Un caso, a modo de ejemplo, donde la “novia de turno” era una atractiva joven, de apenas 20 años de edad y vecina del lugar. El partener, el mismo patrón del campo en que trabajaba: “Che Yuanín, la Rosana está loca por vos; pero es muy tímida, por eso no lo demuestra”. Para el peón, este comentario era como subirlo a una Ferrari, lo trastornaba de nuevas sensaciones y enseguida comenzaba un adecuado proceso de preparación: comía maníes y chupaba limones, para adquirir vigor y simpatía; según le había recomendado, alguna vez, una curandera. Además, Yuanín tenía un pequeño baúl con un montón de cartas enviadas por diversas “novias” que había tenido a lo largo del tiempo (en verdad, le habían sido enviadas por los bromistas de turno). Y entre esas cartas guardaba una botella de Whisky, para una eventual ocasión amorosa; pero llevaba varios años allí esperando.

¿Qué hizo el pícaro patrón? Un día, en ausencia del peón, tomó un martillo, luego levantó la tapa del baúl y con un certero golpe hizo trizas la botella de Whisky. Después lo llamó y con cara de preocupación dijo: “Siento olor a alcohol, ¿qué será? Mientras  conducía maliciosamente al humilde cuarto y en dirección del objetivo. Cuando Yuanín vio que las cartas de amor flotaban en el Whisky gritó desbordado por la ira: “¡Es la vieja bruja y  madre de Rosana!” En tanto  el patrón, ni lerdo ni perezoso, respondió:”Sí, seguro que es ella, sabe de brujerías y es celosa. Por eso, esta noche anda  al comienzo del camino que conduce a su casa y cántale cosas obscenas; se lo merece esta vieja desubicada”. Yuanín no lo dudó, esperó que anocheciera y a eso de las 21 horas para allá enfiló a pié, era un km la distancia a recorrer y se apostaría a escasos 100 metros de la casa de Rosana; ya en el lugar inició el canto, entonando una sarta de guasadas dirigidas a su “futura suegra”, y  con elevado tono.

¿Qué pasó entonces? Pronto salió el padre de la chica con una escopeta calibre 16 y descerrajó dos disparos que tronaron en el silencio de la noche campesina; este desenlace bastó para que Yuanín, en desesperada carrera y perdiendo las alpargatas, regresara a su casa  en tiempo récord. Luego de descansar un rato y ya recuperado del gran susto,  confesó al patrón: “Creo que aquí me van a matar antes de que nos casemos; entonces me conviene buscar  otra novia, total con el arrastre que tengo, será muy fácil conseguirla”.