La mejora en cada idioma es una tarea de todos los tiempos. Para ello, constantemente se emplearon diversos medios, en especial fueron medios escritos, tales como la recopilación de palabras, alfabéticamente ordenadas, y el significado de cada una de ellas. Cuyos compendios denominamos “diccionarios”, los cuales son verdaderos vademécum en el arte de escribir o hablar correctamente, dado que permiten lograr  jerarquía, precisiones y buen gusto en el desarrollo  literario, más la perfección oral. Por lo tanto, el estudio asigna rigor y elegancia a la dialéctica. En cambio  algunos dialectos,  que también tienen sus propias reglas,  resisten tenazmente a los procesos de modificaciones  porque se basan en la estructura fija de su lenguaje.  Por muestra, el piemontés.

A pesar de todo, el vocabulario en decadencia es un fenómeno bastante amplio, que opera  desde hace algunos años y en simultáneo con el auge de la difusión que promueven los medios, en especial son aquellos que favorecen la comunicación con la  escritura. Por ejemplo: snapchat, facebook, whatsapp, twitter, etc. A los cuales podríamos agregar el intercambio verbal,  pero en menor volumen. Por lo tanto, es en los espacios mencionados  donde progresa una tendencia que podría estimarse como  el  esnobismo aplicado en la manera de entender la vida, basada en la natural rebeldía que contiene la juventud, y por la cual elaboran sus actitudes  en forma de desdén hacia la cultura tradicional, porque suelen escribir rompiendo  las reglas gramaticales de nuestro idioma. Por consiguiente, entristece a quienes de veras  impulsan la escritura  sustentada en principios universales de ortografía.  Y cuyo  resultado es  un auténtico patrimonio cultural que significa un valioso legado para  las generaciones venideras.

Por todo ello, prefiero pensar que este “agravio” al buen gusto y a la propia cultura, sea una cuestión efímera. Y que solo pertenece a una generación que encontró el modo de expresar su natural rebeldía de juventud, en esta singular  forma de comunicarse. En  consecuencia, con tal valoración, podremos mirar hacia adelante, tranquilos y con el encanto de haber observado a jóvenes que en realidad, impusieron un matiz distinto a la moda que reclama esa etapa de la vida.

Pero lo incomprensible de este asunto es la  adhesión a esa fórmula de contacto por parte de adultos, y algunos de ellos  ya ingresados a la zona de la “guardia vieja”, que  intentan mostrarse aún en la pubertad, olvidando tal vez  que ya vivieron su período de rebeldía. Por caso la década del ´70. Fueron  épocas en que Sandro era inigualable para el amor y en los bailes donde amerizaron sus canciones, a menudo se “amuraba”, “chapaba” o “atracaba”. O la disputa, a veces a  “cascotazos”, por la primacía de Palito o de Leo Dan. En cambio Ray Conniff, promovía una discusión de mayor nivel, con amantes de distinguida alcurnia. Y si te creías un admirador de USA, no solo colocabas una enorme patente de “California” a tu auto, sino que incluso trasgredías  las leyes a sabiendas, mientras te paseabas por las calles con aire de emperador. Además, seguro que preferías a Los Plateros, a Elvis o Los Beatles… Eran tiempos en que los pantalones “tiro corto” y “petitero” hacían furor entre los varones, mientras que las jóvenes  acortaban sus faldas continuamente y pese al escándalo que eso representaba para los padres, abuelos y la chusma del entorno, que siempre  adhería espontáneamente a las críticas sobre cualquier tema. Y si te atrevías a prescindir de lo que indicara  la moda, el desclasamiento era automático, ibas directo a integrar el grupo de los “atrasados”. Y aquí sí que te convertías en un verdadero marginal en la legión de jóvenes.

Finalmente, ¿vieron cómo los períodos de ciertas costumbres siempre vuelven? No obstante, distintos son los gustos y recursos  instrumentados. Comprendiendo así las cosas, sin dudas aceptaremos  incluso  que para  un individuo, la vida es  como un tren de ida únicamente, donde las estaciones perdidas reproducen solo un espacio vacío en tu pensamiento.