PanoramaAgropecuarioEs habitual, al prender el televisor y sintonizar algunos canales, ver y leer reiteradamente la frase que en esta exposición constituye el título. Qué lindo sería si fuera verdad.

Si nos referimos en particular al Papa Francisco, misionero de la fe y la esperanza en el mundo; Lionel Messi, un genio del fútbol y tantos investigadores, científicos, profesionales, docentes, deportistas, escritores y trabajadores comunes que día a día construyen apasionados y en silencio el destino grande del país, de nuestro país, llamado Argentina. Sin dudas, que este conjunto de ciudadanos convierte  al título del presente  escrito en verdad sagrada.

Sin embargo, observamos también a diario que los  destinatarios privilegiados por tan dulces  expresiones populistas incluyen  a los otros. Y los otros, en este caso, son los que viven de arriba, de la coima, la corrupción y el delito, más los que “prestan servicios” a ciertos dirigentes del deporte, la política y otras actividades reñidas con las normas. Y lo más preocupante es que los otros conforman un sector que crece de manera permanente, al amparo de  condiciones adecuadas para que ello suceda.

En consecuencia, y en base a la realidad que cotidianamente vivimos, ¿cuál es la buena gente, los incluidos en el segundo y tercer párrafo? Luego, si extendemos dicha valoración a  éstos últimos es porque, tal vez sin darnos cuenta, se nos invirtió la escala de valores. Ahora pregunto, ¿con esta medición, en la práctica a quiénes beneficiamos? Evidentemente que al sector involucrado en esta particular forma de vivir a costa de los que crean  prestigio en cada jornada de sus vidas con el trabajo y el apego a las reglas, para consolidar, de este modo, una sociedad civilizada.

Y ante la situación descripta en el parágrafo anterior corresponde preguntarnos, ¿cuánto podría durar una realidad en la que tiene vigencia una  escala invertida en sus estimaciones? La historia indica que el camino equivocado de las cosas naturales y lógicas jamás tendrá larga existencia. Pero lo más triste es que una vez que se produzca la inflexión política, además de soportar  las condiciones que podrían inducir a estallidos por los cambios sociales, habrá que afrontar la pesada carga de volver a empezar, y en cuyo espacio jamás deberíamos reciclar los procedimientos que en el pasado nos condujeron a situaciones negativas. Así mostraríamos al mundo haber aprendido de los errores.