Con el propósito de seleccionar un asunto y luego tratarlo, aunque fuere de modo somero  pero sin perder de vista su importancia y, por ello, asignarle en ese instante  un estudio básicamente adecuado. Primero es menester elaborar una buena dosis de concentración, luego escudriñar razonablemente en la amplitud de nuestro pensamiento. Sin embargo, este propósito jamás constituiría una tarea compleja ni gravosa. Pues representa una forma natural y apropiada de mejorar la vida y, por otra parte, está al alcance de todo el mundo, sin interesar demasiado el grado de erudición que cada uno posea. Entonces, todo el impulso necesario deviene únicamente de la propia voluntad. Y en cuya misión  coadyuva el intelecto como factor que encausa el destino de manera ajustada a nuestro sentimiento.

Y con mayor énfasis aún, si partimos de algunas frases que son verdaderos faros de proa, pertenecientes a destacadas personalidades que tanto aportaron al entendimiento universal de las cosas capitales para caminar por la vida de manera óptima. A continuación algunos ejemplos, Franklin Roosevelt, solía afirmar: “En la vida hay algo peor que el fracaso: el no haber intentado nada”. Y por su parte, Leonardo Da Vinci, aseveraba: “El que piensa poco, se equivoca mucho”.

En consecuencia, y a partir de la valoración anterior, proponemos de modo un tanto reiterado, el ejercicio de ilusionarnos con acontecimientos de acentuado impacto emocional. Por caso, el reencuentro con seres queridos luego de una larga ausencia, y en ello dejamos que los sueños se desplieguen libremente, donde no haya fronteras para nuestro impulso. Por consiguiente, veremos que aquellas vicisitudes inundarán el pensamiento mientras irradian sensaciones que se convierten naturalmente en verdadera terapia para el alma. Idéntico resultado depararía el proyecto de un largo paseo por lugares tan lejanos como exóticos. Y, sobre todo, programar, soñar y reiterar el propósito, es disfrutar a cuenta y sin incurrir en costo alguno durante esos instantes de la vida.

Por todo lo descripto anteriormente, la posibilidad de realizar un sueño, cual sería nuestro fin primordial, no siempre es  alcanzable. Pues en su ejecución  intervienen razones de orden económico, laboral u otra índole no imaginable en este instante y que, a veces, crea  impedimentos insalvables. Pero, a pesar de todo ¿Quién o qué cosa nos privaría de ilusionarnos? Porque esto anida en la libertad individual de cada persona y solo depende de su propia voluntad. Al respecto William Shakespeare, solía afirmar. “El hombre que no se alimenta de sus sueños envejece pronto”. Además no podríamos olvidar que la sensación de obsolescencia anímica hace mella en la edad de un cuerpo.

Finalmente, y generalizando, decimos que el arte de ocupar nuestro pensamiento, de nutrirlo con cosas lindas que, como afirmábamos más arriba, podrían tratarse de un reencuentro familiar, un viaje o cualquier otro fin  relevante para nuestra vida. Es sencillamente un ejercicio que fomenta la acción de vivir pues abreva en la fuente natural de sabiduría sublime. Y cuyos resultados son infalibles, dado que fortalecen normalmente la salud mental y orgánica  del individuo. Y como complemento, sugerimos el deporte en las disciplinas adaptadas a la edad, gusto y otras condiciones que cada uno presenta, lo cual no asegura la prolongación de la vida pero sí que su calidad, durante toda la existencia, sea ostensiblemente superior.