cambio33Se trata de un síntoma que debería preocuparnos de veras, y es cuando tendemos con resignación a acostumbrarnos en  comportamientos inadecuados y, por lo tanto, perjudiciales. Comportamientos que podrán ser propios o ajenos. A l respecto afirmaba el filósofo Cicerón:   “El peor jefe que nos puede tocar, es un mal hábito”. Y el mal hábito que gana espacios en el tiempo, se funda en la inacción, en una conducta cómplice  o permisiva  por indiferencia o comodidad inmediata, lo cual irá en desmedro progresivo y constante de nuestras buenas condiciones, necesarias para una  convivencia civilizada,  porque se proyecta también en la relación  entre  personas,  estamentos  públicos y  privados, y  de tal modo terminará  afectando  a toda la población de un país, luego de éste  con el resto del mundo. Y si extendemos la valoración de las actitudes sin compromiso social, deberíamos meditar la reflexión de Martín Luther King, quien manifestaba: “Es tan aborrecible la acción del que obra mal, como el silencio de los justos”. Por otra parte, si se trata de vicios únicamente, el filósofo chino Confucio decía: “Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos”.

Todo este conjunto de influencias negativas tienden a  perpetuarse en el tiempo, y si ante ellas claudicamos a diario, terminaremos por concebir el entorno que merecemos durante nuestra existencia, pero lo más lamentable es que posteriormente será patrimonio de usos y costumbres instituidas que legaremos a la propia  posteridad ¿Alguna vez habremos pensado en esto? Creo que tal defecto se origina en un vacío de conciencia, pues me rebelo a suponer otra cosa.

¿Cómo se evita esta situación que degrada las condiciones de vida con solo transcurrir el tiempo?  Es tan simple como largo el camino, tanto es así que podríamos definirlo de interminable, pues dura toda la vida, porque en toda la vida observaremos esas costumbres que definen continuamente el destino elegido. Vale decir que mientras dure nuestra existencia, en base a la razón,  elaboramos un modo de vida, y éste será de acuerdo con nuestra predisposición anímica que veremos realizada  con pequeñas o grandes acciones pero todas, absolutamente, van creando méritos  que inciden en los más diversos aspectos de la idiosincrasia privada o pública. En consecuencia, tampoco el comportamiento general  de un  estamento público  será distinto de la conducta individual, simplemente por tratarse nada más que  de una sumatoria de personas con iguales rasgos, las cuales manejan el funcionamiento de cada entidad.

Sin embargo, no me parece complicado comprender que desde las  anomalías  culturales, que van creciendo día a día por la falta de voluntad para enmendarlas, es imposible  construir una sociedad donde la racionalidad sea  el principal estandarte ante el mundo civilizado, con implicancias lógicas en los aspectos básicos que interesan en la tarea de vivir y progresar. Y  el mejoramiento de las conductas personales siempre tiene origen en  nuestra propia conciencia,  luego se dinamizan  con la voluntad y se mantienen a través del tiempo con la perseverancia. Pero es la suma de los comportamientos individuales  que  van  definiendo pautas de convivencia, cuyo contenido engloba  fundamentos sociológicos, políticos y económicos, los cuales  contribuyen  inexorablemente  a diseñar los caminos de la vida que merecemos como pueblo.