favaloroUn día llegó una carta que provenía de Jacinto Aráuz, la enviaba su tío, antiguo poblador de aquella zona, en la cual manifestaba que el único médico del lugar estaba muy enfermo y, por ello, debía someterse a un largo tratamiento en Buenos Aires. En consecuencia, la gente de Aráuz buscaba algún  reemplazante, aunque fuere por 2 ó 3 meses solamente, luego se vería cómo lograr una solución más durable. A pesar de todo, la propuesta resultaba interesante para el joven médico, René Gerónimo Favaloro, pues contemplaba la oportunidad de adquirir experiencia y un mayor ingreso con el que podría ayudar a su familia. Por eso durante varias semanas anduvo con esa carta en el bolsillo, le costó bastante decidirse, porque también incidía en su ánimo el hecho de tener que dejar el viejo hospital.

Sin embargo, pensó que 3 meses pasarían  muy pronto y nada perdería explorando las posibilidades de médico rural. Siempre recordaba que el doctor D´Amelio, jefe de la sala XIII, donde trabajaba desde hacía más de un año, trató  de disuadirlo, reiterando continuamente que: “ese no era el mejor camino”. Y en su despedida dijo seriamente, mirándolo a los ojos: “Todos aquí te han deseado buena suerte, yo por el contrario espero que tengas mucha mala suerte, porque vos no naciste para médico rural”.

Era en el atardecer del 25 de mayo, del año 1950, cuando partió desde la estación Constitución,  en un tren de la línea Gral.  Roca, que lo llevaría a La Pampa. En ese momento no imaginaba que esos 3 meses que había planeado permanecer en Jacinto Aráuz, se transformarían en casi 12 años. No obstante, aseguró la pronta adaptación su espíritu humilde y luego la compañía de su amada esposa, María Antonia Delgado, que provenía de una familia tan pobre como la de René. Tiempo más tarde vendría su hermano, Juan José, también médico, y juntos realizaron muchas obras para mejorar la atención de la salud en el pueblo y zona de influencia.

“Y así lentamente fue surgiendo en mi la idea de viajar a los Estados Unidos de América. Casi sin decirlo, comencé a retomar el inglés que había aprendido durante el bachillerato, compré unos discos para ejercitarme en la pronunciación y con mucho dolor, pero lleno de esperanzas, dejé aquellos pagos por los de Cleveland a principios del ´62. Para qué describir las emociones de los últimos meses y el acto de despedida en el viejo galpón de la Sociedad Española ¡Poco quedaba de aquel médico joven que, a principios del ´50 pensó que en tres meses estaría de vuelta en su ciudad natal! Su alma, enriquecida, había vivido intensamente y por sobre todas las cosas conocía en profundidad esa otra Argentina, la verdadera Argentina, tan lejos de la Avenida General Paz. Estaba profundamente agradecido a Dios y al destino por haberme dejado vivir allí en unión con el pampero.” De su libro, titulado: Recuerdos de un Médico rural.

Para finalizar, desde este modesto espacio de cultura y humor quiero rendir un homenaje a ese hombre bueno, humilde, sensible  y de enorme capacidad para comprender la vida, que lo convirtió en verdadero filósofo de base. Además de su singular talento médico, universalmente reconocido, porque realizó el primer bypass cardíaco en el mundo. Incluso por  su profunda estimación humanística en el ejercicio de la medicina, que lo presenta como un auténtico filántropo. En consecuencia, por todo ello, propongo ahora un sentido Réquiem para ese ser humano excepcional, y que su recuerdo permanezca siempre en la conciencia de todos, como un ejemplo de vida.