Las reflexiones comprenden un proceso mental que favorece el análisis de los temas que podrían ser preocupantes, referidos a cualquier índole o relevancia. En consecuencia, creo que una actitud reflexiva permite, a la postre, tomar las mejores decisiones en todos los casos, pues no alcanzo a colegir excepciones. Al respecto Albert Einstein solía decir: “Reflexionar hasta que las tinieblas  se conviertan en luz de comprensión”.

Y tan importante es el ejercicio de la reflexión cuando las dudas nos invaden el pensamiento que siempre  permitirá hallar un camino superior, el más apropiado para alcanzar de la mejor manera el objetivo deseado en cada ocasión. Incluso  posibilita valorar las iniciativas desde la tranquilidad de nuestra conciencia, porque la reflexión definitivamente crea mayor seguridad en el ánimo. Y es allí, precisamente, donde priman resultados acordes con frases y proverbios célebres, que fueron acuñados en el tiempo por grandes filósofos de la historia universal. A continuación algunos ejemplos ilustrativos: “Un hombre sin pasiones está tan cerca de la estupidez que sólo le falta abrir la boca para caer en ella”, aseguraba Séneca. Por su parte Platón decía: “La pobreza no viene por la disminución de las riquezas, sino por la multiplicación de los deseos”. O Cicerón que expresaba: “La verdad se corrompe tanto con la  mentira como con el silencio”. En distinto orden, pero con igual propósito el filósofo holandés, Baruch Spinoza indicaba: “La actividad más importante que un ser humano puede lograr es aprender para entender, porque entender es ser libre”.

Una reflexión vendría a ser una luz que encendemos en el lúgubre espacio  de las ideas mezcladas, con el fin de encontrar la senda que más conviene frente a  alternativas diferentes. Y, de esta manera, luego podremos transitarla con resultados favorables. Por consiguiente, cuánto mayor profundidad lumínica tenga esa luz en las ideas mezcladas más claro veremos para elegir el camino adecuado que nos conducirá  hacia  la finalidad  de  ese momento.

Además  creemos oportuno remarcar que el comportamiento reflexivo, en el seno de la honradez, siempre genera conductas humanistas y en piadosa armonía con una convivencia civilizada.

Finalmente, ciertas ideas relacionadas con nuestro propósito y que en su tiempo manifestó  Aristóteles: “El ignorante afirma, el sabio duda y reflexiona”. Y “El sabio no dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice”.