Es probable que este asunto se infiera como reiterativo, y propio de alguna presentación anterior. Sin embargo, creemos que vale la pena una ampliación por su importancia en el  desarrollo  del intelecto, cuyo resultado es crucial a la hora de  lograr  parámetros adecuados, destinados esencialmente a insinuar y poner en práctica  las  maneras capaces de robustecer  la tenacidad en las acciones, más la perfección en los caminos de la vida.

Por lo tanto, el significado del título tiene  implicancias  que, creo,  a priori pocos imaginan. Y la predisposición que alude, como eje central, es fácilmente posible desde el estímulo anímico, conducido a través de las ideas, donde el verdadero impulsor, que parte de la voluntad, consiste en aferrarse a las cosas positivas únicamente, incluso sobre dimensionándolas en la medida que fuere posible. Y, por el contrario, es saludable aplicar el máximo empeño en borrar o tornar leve y fugaz a cada uno de los sentimientos negativos que acuden a nuestra mente, aquellos imposibles de evitar. Es evidente que este ejercicio depende, sobre todo, de la voluntad, esa voluntad simple y sin que intervengan condimentos de realización compleja.

Al respecto se podrían enumerar muchísimas situaciones con distintos matices. Pero en esta instancia ilustraremos el tema solo a través de ciertos acontecimientos que se observan en el proceder espontáneo de las personas de cualquier edad. No obstante, es aún más evidente en los individuos muy mayores. En consecuencia, deleita naturalmente al observador cuando contempla cómo todas estas personas se comportan con admirable jovialidad. Por ejemplo, durante un viaje, donde la alegría, el vigor y la buena onda pasan a ser verdaderos próceres del pensamiento. Y los más ancianos olvidan hasta la medicación diaria, simplemente porque las cosas lindas se adueñan de la mente de cada uno, y como un elixir se trasladan automáticamente a todo el cuerpo. Entonces, de allí el bienestar general.

Mágico, ¿verdad?  Realmente sí. Y pensar que casi todo deviene de un estado de ánimo. Qué lindo sería si continuamente supiéramos lograr los  motivos apropiados, a los cuales  agregamos  la energía suficiente, en  volumen, para extender la sensación que genera un viaje, por caso. Dado que un viaje  atrapa el sentimiento, es decir que se adueña de él y lo libera de los malos presagios por el tiempo que cada individuo sea capaz de sostener ese encanto en el tiempo.

No obstante, hay múltiples razones, incluso algunas aún más importantes en la vida que la realización de un viaje. Por ejemplo, si  observamos  desde los niveles más elevados de la existencia y decimos que es capital  contar con buena salud, tal como lo manifiesta un proverbio piemontés de unos 8 siglos de antigüedad y que expresa: “Quand un stá bin a l´e´ nen vej”: cuando uno está bien no es viejo. También contribuye a la buena salud, ser útil al prójimo de cualquier modo posible. Y al respecto afirmaba Einstein: “Sólo una vida vivida para los demás vale la pena”.

Para finalizar podríamos mencionar otros acontecimientos con valor excelso y universal inclusive, tal como disfrutar  la sensación de ver a diario  el crecimiento  normal de nuestros hijos. Más aún cuando van cultivando con éxito  el aprendizaje  en las diversas etapas educacionales. O ver cómo vienen a la vida los nietos, por la fascinación y la ternura que traen consigo, pues ellos representan la inocencia en estado sublime, y encarnan la prolongación de la vida en una familia ¿Acaso podrá haber algo más cautivante que lo enunciado aquí?  En consecuencia, no resultaría  tan difícil  la tarea de predisponer acertadamente  el ánimo, dado que ese objetivo figura al alcance de la mano en todo momento, ¿verdad?