imagesTino era el mayor de los 4 hermanos; había nacido en el campo, donde trabajó durante seis décadas. Quería ser patrón; pero jamás pudo. Y peor aún en los últimos tiempos, pues las cosechas resultaron malas, los granos valían poco y el arrendamiento estaba por las nubes. Más de una vez, junto a sus hermanos, trató de afilar los números; sin embargo, éstos  nunca alcanzaron para  persuadirlo de continuar en el campo, y con mayor  fundamento que ser un simple arrendatario.

En consecuencia, un día cedió a los hermanos su parte en los  bienes y, en breve junto a la “vieja” se fue a vivir al pueblo. Eran sólo ellos dos, dado que el único hijo, médico, vivía en Roma desde hacía  casi diez años. No tenían  muchos bártulos porque su vida fue siempre  sencilla; por eso, bastaron  tres viajes de su noble F100. La nueva vivienda se trataba de una casa antigua; pero bien arreglada. Y que tiempo atrás habían comprado.

A Tino, hombre trabajador y bueno, le costó bastante adaptarse al nuevo modo de vida; en que la pasividad era una constante y quebrada  una vez al mes,  únicamente cuando debía hacer la cola para cobrar su jubilación, más la pequeña renta, producto de sus ahorros. En cambio la esposa, Nilda, enganchó rápidamente en el chisme pueblerino: “Viste qué gorda está la Teresa”. “La Rosita, sale con cinco tipos distintos”; etc.

En ese tiempo, la camioneta comenzó a resultar demasiado grande para Tino y, además, consumía mucho. Entonces, un día, decidió cambiarla por un auto chico. Con ese propósito, fue a una agencia del centro y rápidamente hizo negocio. Entregó la F100 y cierta cantidad de dinero por un automóvil Renault Gordini, éste era nuevo y de color azul intenso.

Habían  pasado dos días de la nueva adquisición, cuando Tino y  Nilda decidieron volver a la casa vieja, ahora de sus hermanos, para visitarlos y, a la vez, mostrar el  auto. Apenas arribados, rodearon al Gordini, no menos de diez personas, entre niños y adultos; todos fascinados, y frecuente fueron las exclamaciones de admiración.

En cierto momento, Tino abre el baúl, para mostrar su capacidad, y enorme fue la sorpresa; porque se encontró con un motor que parecía completo. Entonces exclamó medio desconcertado: “creo que estos vendedores son unos delincuentes, seguro que robaron este motor y  lo escondieron en el baúl de mi  auto. Y luego se olvidaron ¡Qué sinvergüenzas!”

Ni lerdo ni perezoso, saltó el hermano menor y propuso: “no digan nada. Y se lo colocamos a la cosechadora, porque su motor anda para el diablo”. Por ello, con el acuerdo unánime, pronto se pusieron a “extraer” ese motor de sobra.

Apenas diez minutos de iniciada la febril tarea cuando llegó el verdulero del pueblo, en su habitual recorrida de ventas, y al ver semejante despropósito gritó: “¡paren la mano! Ese motor no sobra, los fabricantes, en lugar de colocarlo adelante, lo adaptaron en la parte trasera. Así es este modelo de Renault Gordini”.

Entonces, Tino y sus hermanos pasaron del asombro a la bronca. Y comenzaron a proferir gruesas calificaciones en contra de la nueva tecnología. Ahí el menor de ellos, el más enojado, repetía: “te sacan la guita y arriba te toman de pelotudo”. “Nunca vi que aten los caballos de tiro detrás del carro”.