imagesLa organización básica de la vida deriva del sentido práctico  que posee una persona, el cual se nutre en la capacidad de darse cuenta, es decir, en la perspicacia, cuyo valor definía sabiamente en científico Thomas Alva Edison, quien afirmaba: “Para ser genio es necesario tener el 98% de perspicacia, y con solo el 2% de inteligencia basta”. Luego el designio se dinamiza mediante la voluntad.

Tanto es así, que el funcionamiento de la persona racionalmente organizada, facilita su propia vida e, incluso, trasciende en beneficio del prójimo ¿De qué manera? La persona ordenada cumple sus obligaciones con mayor eficiencia y puntualidad, lo cual le permite lograr más y mejores objetivos. Después, todas estas ventajas se irradian espontáneamente a los demás que puedan depender de alguna manera de nuestro procedimiento. En consecuencia, todos ellos verán respetado su tiempo, espacios, negocios y en conjunto, las  múltiples actitudes de la vida de cada uno, incluida su paciencia.

El orden también incide, por caso,  en la realización de un viaje de placer, cultural, etc., pues es la manera inteligente de cumplir al pie de la letra cada objetivo diseñado y con ello se aprovechará al máximo el tiempo, con resultados inmejorables, producto de la dedicación previa, y mientras tanto es como comenzar a disfrutar el periplo por anticipado, sintiendo cada zona que luego visitaremos. De este modo un viaje resultará de mayor dimensión, sea ésta cultural, turística o comercial. Por otra parte,  es indudable que la organización funcional está al alcance de todas las personas, y solo depende de su propia voluntad, cuyo costo es un pequeño esfuerzo y nada más. Y a la postre con  implicancias sociales que a todos beneficia, vale decir que propende al bien común. Y como corolario observamos que esta derivación, de por sí, ya es muchísimo.

Si nos preguntáramos, ¿cuánto nos cuesta la organización funcional de nuestra propia vida? La respuesta sería, casi nada. Entonces porqué no incorporar ese rasgo a nuestra personalidad. Tal vez, para comenzar este propósito necesitamos despojarnos de ese sentimiento negativo, lamentablemente bastante difundido, y que expresa:”yo no podría”. Esto equivale a ir levantando un muro que cruza nuestro camino, es el escollo justo para tronchar el ánimo creativo detrás de fines útiles.

Por último, creo que en condiciones ordenadas  el trabajo mejora su rendimiento, se hace más placentero, además beneficia la relación con compañeros, clientes, colegas y amigos. Y en el hogar, entre tantísimos aspectos, contribuye en igual sentido, por ejemplo, con el simple hecho de poner siempre las cosas en el mismo lugar, lo cual permite a todos los miembros de la familia no pensar demasiado y menos aún  perder el tiempo en hallarlas, en consecuencia, de este modo se asegura la permanencia del buen ánimo general dentro del hogar, sencillamente por la idea de que allí impera el respeto recíproco, condimento clave para una buena convivencia.