Dentro de cada familia, la buena salud del vínculo afectivo se convierte espontáneamente en verdadero bálsamo,  que permite solucionar o, por lo menos, moderar todos los hechos negativos de la vida; también  consolida las vivencias positivas,  y da  mayor dimensión a las mismas con la simple participación de todos sus integrantes.

 En consecuencia, la familia unida representa un  séquito, donde cada miembro logrará la contención necesaria que protege y potencia  el entusiasmo de vivir y progresar, por las   posibles soluciones que acerca para cada situación, sean éstas afectivas, económicas o sólo emocionales; pero todas, absolutamente, brindarán  beneficios; lo cual permite una existencia armónica, alegre, fructífera y con garantía de  mayor seguridad en todo momento;  cuyo conjunto  es además una fuente para la  creación, desarrollo y dinamismo de  objetivos que conducen a la realización personal y , de paso, ofrece un volumen apropiado para mejorar la  autoestima de cada uno.

 Sin embargo, para lograr  este estado de cosas en dicha convivencia, debemos realizar  algunos esfuerzos a partir del altruismo, pues también aquí nada es gratis, en términos de intereses personales;  como expresa un viejo adagio.”Hay que sembrar primero, para cosechar luego”, pero por sobre todo, si decidimos consagrar esas cualidades, entonces debemos asignar a nuestra misión, desde la comprensión y luego  en la voluntad, un valor vital, con el mismo rango que alimentarse, respirar…

 En la vida moderna y, en especial, a través de algunos medios de comunicación se difunden actos y valores que tienen directa incidencia negativa en la estructura familiar, definida por usos y costumbres. Por ende, la multiplicación de sus efectos crea conflictos que podrían manifestarse como acción individual o movimiento grupal; y esta diseminación  resultará un problema de efecto inevitable  para nuestros propósitos, por sus implicancias sociales.

 Finalmente  consideramos al hogar natal, el sitio donde comenzó nuestra existencia y después fue la escuela básica en la que forjamos el aprendizaje; el mismo que contribuye a diseñar el propio destino; pese a las incidencias externas de la sociedad amplia que integramos. Y un cambio eventual de la vivienda, de esa donde nacimos, será sólo como cambiar de escuela, por transitar otra etapa de la vida, en la cual las generaciones se suceden y  proyectan en el tiempo.