A continuación detallamos algunas expresiones de cultura antisocial, con el propósito de fijar, dirigir y sustanciar correctamente los parámetros educativos, disuasivos, correctivos y punitivos; y son las prácticas, los modos y las omisiones de mayor frecuencia, las cuales definen en nuestro país un verdadero flagelo en el tránsito de vehículos:

-Conducir en zigzag, con cambios violentos de carril y sin realizar seña alguna.

-Cruzar los semáforos en rojo, esto es  frecuente y muy difundido en los barrios y avenidas importantes de pueblos y ciudades. En especial, durante la noche, madrugada o feriados.

-Andar en contramano en los barrios, y aunque haya claros carteles indicadores.

-Doblar a la izquierda en los semáforos, en calles de doble mano y cuando las disposiciones de tránsito lo prohíben expresamente.

-Virar en U en cualquier avenida céntrica y también en las autopistas, por ejemplo en la circunvalación y  en la avenida Rafael Núñez de la ciudad de Córdoba.

-Al girar en una esquina, la prioridad le corresponde al peatón, sin embargo, quien cruce la calle con esa ciega convicción es probable que no llegue a viejo.

-El cinturón de seguridad, empleado solo como elemento decorativo y el casco, para proteger los codos nomas (aunque debemos reconocer que, últimamente y por suerte, esta situación se está revirtiendo en base a controles y multas).

-Motocicletas de escasa cilindrada que transportan 2,3 y hasta 4 personas, con frecuencia, sin cascos.

-Dirigir un vehículo como objeto de agresión al prójimo.

-Estacionar en doble fila o en lugares notoriamente prohibidos, luego discutir las razones con el inspector de tránsito, valiéndose, además, de la solidaridad espontánea de muchos transeúntes circunstanciales.

-Conducir sin estar debidamente  capacitado o habilitado, total frena el “otro”.

-Andar sin seguro, porque si protagoniza un siniestro, no habría ningún riesgo económico, pues el conductor es insolvente, y es probable, en no pocos casos, que el rodado esté a nombre de otra persona difícil de ubicar.

-Poseer automotores nuevos o con una antigüedad de 10 años o más y sus sistemas de guiñada para anunciar el giro permanecen siempre “0 km”. O puede  acontecer que alguien haga, como corresponde, señales de giro y el que viene por detrás las ignore totalmente y embista como si nada viera.

-Los semáforos parecen ser de observación obligatoria para muchos (no todos) conductores de autos, colectivos y camiones, pocos, de motos y ninguno de bicicletas.

-El conductor que desaprensivamente ingiere alcohol y, a veces, sin pensar siquiera que la cantidad es directamente proporcional al peligro que desarrollará en el tránsito, donde tantos inocentes padecerán las consecuencias materiales, personales y de estrés. Esto sucederá por la acción psicológica que sufren los transeúntes normales al ver pasar a un desaforado que los pone en grave riesgo.

-Polarizar todos los vidrios del auto, en tono oscuro bastante subido, con el propósito de crear el enigma, adherir al esnobismo o con otros fines imaginables.

-Andar por las rutas y calles céntricas de una ciudad con carros, carretillas y algún otro objeto con ruedas, creyendo, tal vez, estar amparados por los artículos 14 y 14 bis de nuestra Constitución nacional: “…el derecho a trabajar y en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes…”

-Si chocó y arruinó o mató a personas, aunque tiene seguro, escapa. Luego vendrá un “buen asesor” que le dirá: “vos escóndete, y nosotros denunciaremos que nos robaron el auto…”

-Cruzar los ferrocarriles como si fueran vados para un rally, también  hacer caso omiso, en las rutas o avenidas, a la doble raya amarilla o adelantarse a otro vehículo en una subida o en curvas “ciegas”.

-Circular sin la patente anterior, posterior o ninguna de ellas. Cubrirlas con un plástico para dificultar su lectura o, simplemente, deformar algunos números o letras. O colocar una patente de otro país, por ejemplo, “Sacramento-California” y luego pasearse con aire de emperador ( moda que está  en desuso actualmente).

-Transitar por las rutas principalmente en los días con niebla densa, tierra, etc. a exceso de velocidad en relación a la visibilidad. Y en jornadas de tenue lluvia o llovizna, no querer o no saber valorar el peligro que representa la capa barrosa, a veces casi imperceptible, que se forma sobre el pavimento donde los caminos perpendiculares son de tierra. Luego escucharemos recurrentemente a los protagonistas sobrevivientes decir: “me fallaron los frenos”; “creo que se durmió el que venía en sentido contrario”; “se me reventó un neumático”; etc.

-Conducir a velocidad excesiva, en especial en rutas de una sola carpeta asfáltica que define  la doble mano. Porque aquí esta el grave problema por el riesgo que contiene y a la que se agrega, por usos y costumbres, la conducta antisocial de no respetar las otras normas de tránsito; entonces, esta desaprensión potencia la actitud homicida (¿Culposa?) de un automovilista.

Para concluir, creo necesario aclarar que la falta de apego en respetar las reglas de tránsito, según observaciones realizadas a través de bastante tiempo, no es mayor en los conductores cuyos vehículos demuestren una condición económica modesta de su titular, sino por el contrario, pues los más proclives a infringir las leyes son, con cierta frecuencia, los que se desplazan en autos de alta gama. Definitivamente, este resultado no hace más que exponer la intensidad cultural del tema planteado.