Fotos-de-Lionel-messi-2015-02Creo que muy pocas dudas existen en el consenso general, de que el fútbol, como deporte, es el más bello de todos. Es algo que se siente en cada partido a través de la pasión que despierta, y aún mayor es el voltaje adquirido cuando se trata de campeonatos mundiales, donde intervienen las escuadras previamente clasificadas, y cuyos países disfrutan de una verdadera fiesta durante tales acontecimientos. Tanto es así, que cierta vez llegó a declararse el asueto en claustros educativos porque  ese día jugaba la selección nacional. En consecuencia, es comprensible, ante tanta exaltación de ánimos fundados en los símbolos patrios, donde el fútbol se viste con los colores de cada país en el preciso instante en que le toca participar en el juego. Lo cual potencia el sentimiento de la inmensa mayoría de los habitantes del planeta para convertirse en una verdadera fiesta para adultos, niños, hombres y mujeres. Por eso, es probable que todos, absolutamente todos ellos tengan sobradas razones para estar atrapados por tan vistoso espectáculo.

La fiesta del deporte es importante, también los preparativos para realizar el espectáculo lo son. Pero, en verdad, el mayor aporte lo realizan los equipos, en especial aquellos que se muestran permanentemente bien organizados, potentes, entrenados y con la propia autoestima por las nubes. Sin embargo, la esencia que más profundamente cala en los observadores, amantes continuos del juego o circunstanciales nomás, son las habilidades individuales de cada jugador. El despliegue, la mareada, el caño, los tiros libres o el que es capaz de apilarse a varios en un instante de intensa inspiración.

En la Argentina, hoy en día existe alguien que es superdotado en el aspecto futbolístico, al que incluso podríamos agregar la traza personal. Por lo primero, estoy plenamente convencido que representa el mayor talento de todos los tiempos. Basta verlo jugar para comprender. Y por eso despierta tanta efervescencia emotiva en cualquier rincón del planeta. En cuanto a su condición personal, permanentemente se manifiesta modesto, simple, generoso y afecto a su familia, además de líder técnico del equipo de fútbol que integra. Todo lo cual hace grande y digna a una persona de cualquier parte, pues colabora también con valores para honrar la sociedad que integra. Este joven se llama Lionel Messi, nació en la Argentina y juega (o jugaba) en la selección mayor de su país. Ante esta breve semblanza, pienso que él debería constituir un ícono nacional destinado a proyectarse en la historia mundial, la que trasciende lo meramente futbolístico.

Por todo lo expresado resulta penoso ver que unos pocos compatriotas entiendan lo opuesto, al tiempo que dilapidan sus energías en intentar descalificar a semejante ídolo sin fronteras. Al menos, antes que eso, deberían dejar que prospere en el ánimo de cada uno los parámetros necesarios para definir correctamente  valores que nutren la propia vida, en beneficio del conjunto social. Y confieso que en este instante, mi propósito no está dirigido a la emoción del lector, no, nada de eso. Pues solo deseo que cultive su razón y así eche luz sobre la necesidad de proteger a alguien que nos hace mucho bien a todos.

Finalmente, desde este espacio de cultura, exhorto a todo el mundo, y a los argentinos en particular, a no realizar actos o emitir opiniones mordaces, sino más bien tender entre todos a cuidar  tanto talento concentrado en una persona. En consecuencia, deseemos en conjunto que vuelva pronto y luego, ojalá que transcurra mucho tiempo con la celeste y blanca.  Dado que, de esta manera podríamos seguir disfrutando la magia de ese pequeño descomunal, al cual simplemente llamamos “la Pulga”.