Momentos en que el otoño parecía encaminado más bien al verano, tal como si se hubiera invertido el ciclo normal de las estaciones climáticas del año, y donde el invierno ya no pertenece a esta parte del hemisferio sur. La consecuencia toma sentido si comprendemos que todo este proceso de alteración suele ser también, el modo en que la naturaleza anuncia un cambio en su comportamiento; es decir, que  representa el prólogo de una variación que se va consolidando  y los desequilibrios son manifestaciones normales del proceso natural proyectado en el tiempo.

 Sentado a la mesa de un bar, en una ciudad denominada “la perla del oeste” santafesino, con la eterna compañía de un café, miro a través de la vidriera que da a una amplia avenida; y contemplo absorto cómo la lluvia cae torrencialmente, incluso muestra un sesgo de inclemencia y en breve inunda la calle hasta sobrepasar la vereda de ambos lados.Sin embargo, bien entendida, esa lluvia es parte de la vida que fluye con el agua pura, es la savia que  asegura la existencia animal y vegetal, es, en síntesis, un motor del tiempo, el impulsor que la naturaleza nos provee de manera sublime y sin pedir nada a cambio.

 En verdad, la lluvia es producto de una tormenta previa que suele abatirse, algunas veces, con cierta violencia y por eso destruye e incluso mata a quienes naturalmente debería beneficiar. Pero este desenlace, vehemente e indeseable,  sucede por la alteración que el hombre produce  en las condiciones originales del medio ambiente con el propósito de aumentar  su rentabilidad económica.

 Creemos que lo expresado en el párrafo anterior es un resultado de la polución ambiental permanente; no obstante, carecemos de los conocimientos suficientes para afirmar con certeza el grado de responsabilidad que los humanos tenemos  en la cuestión climática, como fenómeno global. Y únicamente nos referimos a los humanos, como entes de contaminación, por la simple razón que ni los animales y mucho menos  los vegetales podríamos considerarlos responsables de alguna acción de degradación del ambiente;  pues son parte de la naturaleza y viven con ella en perfecta sintonía, con el ensamble elaborado en el tiempo y la memoria asociativa como único recurso de comprensión en los primeros.

 Para terminar, decimos que la lluvia, un motor del tiempo que tracciona la vida, es una bendición que cae del cielo para que nuestro planeta siga girando en el espacio sideral con su capital protegido a bordo, del cual vos y yo somos  parte.