El ser humano se integra con dos partes; una, la espiritual; otra, la material o biológica. En cambio, los animales carecen de la primera (aseguran los que dicen saber); no obstante, será por memoria asociativa, instinto de conservación, o lo que fuere en realidad, ellos cuidan el medio ambiente, lo reconstruyen permanentemente y viven en perfecta armonía con el mismo

 ¿Y nosotros? Autodenominados “seres superiores”, por ser los únicos que poseemos el “raciocinio”; pero en la práctica demostramos a los animales haber descendido varios escalones en los valores ecologistas, porque somos capaces de generar energía atómica; además de utilizar recursos no renovables, tales como el carbón y el petróleo; también realizar pruebas nucleares, incendiar montes y campos, desaforados que talan bosques, la contaminación de espejos de agua…y hasta la simple, pero dañina y penosa, quema de neumáticos en las manifestaciones de protesta.

 ¿Señores, podríamos parar la mano y meditar un instante?

 No debemos seguir degradando el ecosistema, por nosotros, por nuestros hijos y para el futuro proyectado en los siglos de existencia del planeta tierra, el que nos banca en todo durante nuestras propias vidas y continuará siendo la “casa grande” de nuestra posteridad.

 Adoptamos una religión para sentirnos amparados en la inmensidad del universo, el espíritu así nos lo demanda ¡Fantástico!  Pero  la propia existencia material la debemos proteger nosotros mismos, lo cual incluso incide abiertamente en el alma, que es fuente de infinitas sensaciones.

 Un día de muchos años pasados (cuando era más joven) pensé en qué modo podría contribuir a preservar la naturaleza de manera organizada, con fuerza institucional. Y así surgió la idea de integrar Greenpeace; en consecuencia, pronto concreté la decisión y en esta entidad observé continuamente grupos de gente joven, muchachos y chicas, comprometidos y bien orientados en la defensa de la naturaleza; a veces con procedimientos que representan verdaderos actos de arrojo, con el propósito de defender a ultranza el ecosistema, tal el caso de los jaguares, en las tareas terrestres; y los que tripulan los botes de goma en acción contra los exterminadores de ballenas, por ejemplo.

 Finalmente, pensamos que es básico que cada persona comprenda el valor vida contenido en la defensa del planeta. Luego exhortamos a integrar las organizaciones ecologistas, porque es el único modo soberano y eficaz de enfrentar a los depredadores.