embotellamiento-por-cicilistas1En la calle es frecuente observar hechos de agresión entre  conductores, casi siempre son de  acción verbal y gestual únicamente, por suerte.  Una gresca se genera sin importar la dimensión  o el estado mecánico de los vehículos que intervienen; y tres condiciones la potencian; una,   el volumen  que hará sentir al conductor del rodado mayor  con  prioridades que le permiten imponer sus razones por la fuerza; dos,  la falta de respeto a las reglas de tránsito y a los modos de una convivencia civilizada; y tres, conductores  a bordo de  cachivaches que aumentan el riesgo.

 Ahora preguntemos, ¿por qué sucede eso?  Y veremos que la respuesta es simple y, por lo tanto, obvia. En una sociedad poco propensa a respetar las leyes de tránsito, y si es en menor o mayor medida no importa, porque el resultado será inevitable y la debacle tiende a ser el denominador común.

 Podría titularse de subjetiva la apreciación anterior, es verdad; pero hay algo que la torna objetiva y son los accidentes de tránsito que se producen dentro de las fronteras de nuestro país;  cuyos números nos ubican en el podio de tan triste resultado y  nada menos que dentro del concierto mundial.

 Cuando en una sociedad existe poca predisposición a respetar las reglas, de tal manera que ese comportamiento forma parte arraigada de  los usos y costumbres, torna fértil el terreno en que prospera la “ley del más fuerte” a través de la prepotencia empleada para arredrar al prójimo, cual modo selvático de dirimir supremacías; más la velocidad que desarrollan los vehículos modernos potenciando, por ello, los riesgos y la gravedad de las consecuencias.

 Y los transgresores, aparte de la propia desaprensión, cargan a la sociedad los resultados de su modo de conducir tanto por las víctimas, cuanto los daños materiales producidos. De ser personas accidentadas, será el hospital público el primer puerto. Por eso tiene gran valor social la difusión de la cultura vial, como asignatura en escuelas primarias y secundarias, y luego el rigor de las sanciones aplicadas. Algunas derivaciones por transgredir las normas, de reciente sanción, a modo de ejemplos:

 -Conducir motos sin casco. Debemos pensar que el “paragolpes” de una motocicleta es la cabeza del conductor; de allí su peligrosa vulnerabilidad.

 -Fumar al conducir. La mano que sostiene un cigarrillo no está adherida adecuadamente al manubrio; además, el vicio distrae, aletarga las reacciones (hecho comprobado), contamina y convierte en fumadores pasivos a los acompañantes.

 Finalmente y atento a lo expresado es evidente, y no requiere de mucha explicación, que el conductor respetuoso de las reglas es mucho más seguro y confiable que el propenso a infringirlas;  además aquel se manifiesta como un individuo que respeta el bien común, y esto dignifica la convivencia, la hace civilizada.