615349960_88d31d9f32_oEl propósito era le Viejo Continente, cuando en la década del ´90  partimos desde  la ciudad de Córdoba  a principio de marzo,  y el primer destino sería Madrid. Y esta oportunidad, sólo dos éramos los viajeros, no obstante, en el aeropuerto de Barajas nos esperaban para integrarnos a un contingente  que realizaría una excursión por varios países, formado por todos latinoamericanos, había mexicanos, brasileños, uruguayos, chilenos y argentinos, y dentro del conjunto se hallaba una joven de apenas 20 años de edad, viajaba sin compañía previa  y era extremadamente despistada, por eso algunos integrantes del grupo la ayudamos durante todo el  periplo. Su nombre era   Karina, tenía lindos modales,  mucha educación y vivía en Viña del Mar.

 Ella supo reconocer toda la contención que le brindamos, en grado tal que a nosotros, en particular, nos invitó a su casa para “el próximo verano”, pues le habíamos comentado que todos los años íbamos, casi siempre en enero, a la ciudad “Jardín”.

Pasó el tiempo y llegó la temporada estival. Una vez en el lugar, anticipamos la visita por  teléfono  y con la dirección en la  mano un día fuimos a la casa de  Karina, que estaba ubicada en un coqueto barrio donde las grandes  residencias abundaban. La suya, un hermoso chalet y ella misma nos recibió con manifiesta alegría, luego presentó a  sus padres. Ya acomodados en la vivienda inicié un ameno diálogo con el papá de nuestra compañerita, mientras que mi esposa  charlaba con su par; allí noté que se trataba de una persona muy culta, bien informada sobre los problemas generales de su país y, en cierto momento, me dijo que años atrás había ocupado un  cargo en  el Gobierno nacional.

En el transcurso de la charla y a sabiendas de mi profesión manifestó: ¿Sabe don Carlos, en qué manera eran seleccionados los ministros de economía de esa época? Y continuó, “el Presidente impartía órdenes a sus colaboradores  con estas indicaciones: para el cargo quiero  un economista de éxito en su profesión, en permanente actividad dentro del estudio y  al frente de  las obligaciones,  sin tiempos en comité sectorial, porque el país es mucho más que un partido.  En resumen, que sea un profesional de gran vocación y  reconocida voluntad para el trabajo”.

Horas después nos despedíamos de tan gentil familia. Y me fui pensando  que el triunfo en la economía de un lugar, y por extensión de un país,  no es una lotería,  pues depende de un proceso que se elabora paso a paso con la voluntad de hacer bien las cosas. Y este postulado nace de una genuina actitud de servicio; es decir que la prosperidad económica de un país, derivada más tarde en  bienestar social, viene de un procedimiento altruista de sus dirigentes. Pero cuando se invierte la escala y vemos que primero están los hombres, luego el partido y más atrás, bien lejos, ubican al pueblo, pasa lo que notamos  todos los días en nuestro entorno doméstico.

Ahora volviendo  a la historia trasandina quiero agregar  que  aquel gobierno inició con Pablo Baraona (1976-1978), ocupando el cargo de Ministro de economía y finalizó con Hernán Büchi (1985-1989), en dicho cargo. En particular los mencionados profesionales, fueron  verdaderos artífices en el ordenamiento económico del país que consolidó, de manera admirable, el progreso general en el transcurso de ese período y luego, continuando la misma línea, se prolongó hasta el día de hoy.  Cuyo  logro  fue reconocido  por  autoridades y  operadores comerciales de los  diversos países del mundo, inclusive   por conspicuos analistas  que destacaron reiteradamente el progreso  alcanzado en  Chile,  mediante una acertada política económica local e internacional. “La única verdad es la realidad”. Aristóteles.