Vivíamos en el campo, allí donde transcurría mi niñez de manera sencilla; pero, a la vez, cargada de obligaciones laborales, y una de éstas consistía en la tarea del tambo, tediosa y rutinaria actividad en la que jamás se anunciaban feriados, asuetos o  huelgas; el lugar tampoco admitía espacios para un almanaque, por eso los días eran todos iguales, no había números en rojo, ni decretos del gobierno. En consecuencia, ante esta situación sin remedio convenía diseñar un panorama distinto, y eso era posible sólo desde la propia imaginación emocional; por ejemplo, al disfrutar la naturaleza del lugar, cualquier hecho por más simple que fuera podría convertirse en verdadero acontecimiento  dentro de uno mismo.

 En medio de esos recursos, uno de ellos era muy cautivante y sucedía únicamente en invierno, cuando el sol despuntaba con temperaturas bajo cero que nos hacían caminar encorvados, como endureciendo el lomo para resistir; sin embargo, la naturaleza además nos brindaba un fenómeno que agiganta la visión; por ello teníamos ante nuestros ojos un panorama de mayor claridad y dimensión que el ofrecido en otras épocas del año; entonces disfrutábamos asombrados por el inmenso escenario. Recuerdo  también que podía ver la casa de mi abuela, distante unos 7km; con un regalo adicional para mis sentimientos, porque allí nací.

 Para obtener una buena explicación de este suceso es necesario saber que el frío, a partir de cierta intensidad, hace descender las partículas atmosféricas en suspensión, esas que dificultan la visión; de esta manera nuestro mundo se agranda y, por eso,  ofrece su esplendor natural en máxima dimensión. Ahora, si ampliamos la consideración de este fenómeno y para ello nos trasladamos a Chile, aquí en cualquier sitio a lo largo de su costa oceánica y por las noches veremos maravillados un cielo lleno de estrellas, convertido en espectáculo único, por la preciosa vista del firmamento. ¿Por qué el cielo chileno es así de nítido? Toda la costa de ese país es afectada por la acción continua de la corriente oceánica y fría, denominada de Humboldt; la cual “barre” las partículas suspendidas en la atmósfera y permite, con ello, una espléndida imagen.

 Y si profundizamos sobre este tema, veremos incluso que  Chile cuenta con los observatorios astronómicos más grandes del mundo, y están allí instalados porque  científicos de diversos países definieron que este cielo es el más apropiado, por ser la mejor ventana al espacio; el lugar elegido  se encuentra en el desierto de Atacama, a unos 130km de Copiapó, ubicado en el Cerro Paranal, de 2635msnm, donde alrededor de  330 días al año transcurren totalmente despejados. Este emprendimiento llamado “la cápsula del tiempo”, constituye el centro astrofísico más importante del mundo y posibilita la búsqueda de vida en otros planetas. Además permite observar galaxias y cuásares situados a más de 10 mil millones de años luz, importantísimo avance si consideramos que el origen del universo es de alrededor de 15 mil  millones de años luz. Algunos científicos afirmaron que este centro representa una “máquina del tiempo” y también sintetiza todos los telescopios del mundo, desde la época de Galileo Galilei hasta hoy en día.