100_0893Apenas  había terminado el campeonato mundial de fútbol del año 1978 en la Argentina,  cuando arribaron a nuestra casa de la ciudad de Córdoba, un matrimonio que eran mis tíos, venían de Buenos Aires y traían a un hombre algo mayor, con rostro lleno de permanente simpatía, porque esbozaba una eterna sonrisa, y se llamaba Mario, él era italiano, familiar de aquellos parientes y había llegado desde su Asti natal pocos días antes.  No lo conocíamos. Casi una semana permanecieron  en nuestro  hogar los tres visitantes, entonces aprovechamos  ese tiempo para llevarlos a conocer diversos lugares que en aquel momento valoramos de mayor interés para ellos y, entre otros, fueron el Estadio del mundial, el centro histórico de la  ciudad, más las localidades de Villa Carlos Paz y  Alta Gracia.

Luego  retornaron a Buenos Aires, desde donde Mario regresó a su país casi dos meses después, dejando en nuestro sentimiento la impronta que lo definía como un gran tipo, por eso, a partir de allí, comenzamos a llamarlo  “el tío Mario”, cada vez que lo mencionamos.

Pasó demasiado tiempo,  y por fin un día del año ´94  pudimos viajar a Italia. En consecuencia,  anterior a ello y  con el propósito de  lograr mejores resultados en la faz organizativa, diseñamos un detallado y extenso itinerario en aquel país,  el medio de movilidad elegido sería  un auto alquilado. Y dejamos para el  final la ansiada visita al tío Mario, que por ese entonces ya era jubilado ferroviario. De este modo un día llegamos a Asti, en verdad nos resultó bastante fácil encontrar su casa, ubicada en Vía Canova…, era cerca del mediodía y enorme fue la sorpresa, pues no le habíamos anticipado nuestra visita. Por consiguiente, luego del emotivo recibimiento se puso un delantal y  demostró ser un eximio cocinero, al preparar el almuerzo que compartimos con gran alegría. Más tarde partíamos hacia Torino, pero con la promesa de retornar al día siguiente, 25 de marzo, porque era mi cumpleaños. Entonces el distinguido anfitrión dijo: “el acontecimiento lo festejaremos con una cena aquí, los espero a las 18 horas en punto”.

Cumplimos con la puntualidad lo convenido, y al ingresar a la vivienda  observamos que nos esperaban  unas  10 personas, allí expectantes, pues para ellos, seguro que trasmitíamos un  halo de misterio por ser habitantes de lejanas tierras de América del Sur.  Y posterior a  una cálida recepción,  la velada transcurrió con la mejor predisposición imaginable, donde abundaron diálogos amenos,  bromas e historias de distintos hemisferios, más el permanente disfrutar de los exquisitos platos autóctonos que el mismo tío Mario, colaboró en preparar. Ya en el postre, el dueño de casa anunció el brindis central y para eso  trajo dos botellas  de “Barbera d´Asti” (vino tinto, mundialmente conocido, que se elabora con uvas cosechadas a orillas del río Belbo, vecino de Asti), y que guardaba en su bodega desde 17 años atrás, las cuales destinaba  únicamente a los grandes acontecimientos familiares, según aclaró  el dueño de casa en ese momento. Por lo visto le pareció poco, porque casi en el acto  agregó  otras dos botellas de  “Moscato d´Asti”. En todo momento esta reunión nos deparó  la sensación  de  una verdadera fiesta para endulzar el alma, para agradecer la vida, más  aún si consideramos que en ese instante estábamos a 12.000 km de nuestro hogar.

Las veces que retornamos a Italia, visitamos al tío Mario. Pero el tiempo es inexorable, pues con solo transcurrir  marchita y pone fin, como destino natural,  a todas las cosas, incluso a la misma existencia humana. Tanto es así, que días pasados desde Italia recibimos un llamado telefónico con la triste noticia: “Purtroppo il nonno Mario ci ha lasciato”  (lamentablemente el abuelo Mario nos ha dejado). Consternación en nosotros, porque él era un anciano vital, un hombre bueno y generoso de apenas 94 años de edad.

Por último, esta narración es solo una pequeña parte de la historia  que guardamos  en el recuerdo, y contiene un solemne Réquiem para nuestro inolvidable tío Mario.