democracia2b-2bestrategia2by2bnegocios1Con el paso del tiempo las monarquías fueron cediendo espacio a la democracia. Por ejemplo en Europa,  desaparecieron las monarquías absolutas y algunas se convirtieron  en monarquías parlamentarias, en cuyo régimen la reina o rey, reinan pero no gobiernan, y el Parlamento se constituye y funciona con procedimientos democráticos. Por otra parte, un sistema democrático puede ser presidencialista (un presidente elegido por el pueblo) o parlamentario (si al presidente lo elige el Parlamento).

Luego de la anterior ilustración, corresponde proclamar  sin dudas que la democracia  es el  mejor sistema para un gobierno en cualquier parte del mundo, pues hoy en día no se conoce  algo más conveniente. Sin embargo, traemos desde la escuela primaria el concepto de que la auténtica democracia  solo existiría si es total y absoluta la división e independencia de los tres poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

En consecuencia, si desvirtuamos las condiciones mencionadas en el párrafo anterior, o algunas de ellas, ¿podríamos aseverar que de todos modos existe la democracia? Creo que una sola cosa es posible asegurar en lo inmediato: y es que sí, existe, pero únicamente con carácter nominal. Y en el transcurso del tiempo esto se convertiría en una suerte de fraude al pueblo, y su resultado incita  siempre  a la violencia social, la cual sería nada más que un producto  natural de las deformaciones funcionales.

Por otra parte, ¿se habrá dado cuenta el lector que en el Primer Mundo, la existencia de la verdadera democracia jamás es un tema a tratar? ¿Por qué será? Pienso que ello acontece porque nunca se invadiría, de manera obscena, la independencia esencial de los Poderes ni menos aún la división fundamental que debe imperar entre ellos, simplemente dado que la voluntad política de los dirigentes está encaminada  primordialmente a someterse a las reglas que impone la ley, pues nadie podría, aunque quiera, crear un cerco de impunidad destinado a pérfidas intenciones.

También notará el lector que los cuestionamientos funcionales a la democracia suceden solamente en los países subdesarrollados y, en especial, en aquellos que nada muestran respecto a  decisiones necesarias para  alcanzar la figura del Primer Mundo, pues éste no es terreno fértil para los gobernantes dispuestos a desconocer las leyes básicas, y muy proclives a culpar, por los defectos, a la “democracia joven”. La democracia nace de los espíritus ciudadanos y no se elabora detrás de un escritorio, es decir que cuando nace, ya es adulta. Y basta de “cuentos chinos”.

Es verdad también que para lograr la categoría de Primer Mundo, como país, es menester  elaborar condiciones adecuadas que radicarán en la conciencia general del pueblo, sin atisbos de dudas. No obstante el ejemplo, que va creando la predisposición capital para consolidar un sistema democrático, proviene desde arriba y  luego se esparce espontáneamente hacia la base de los estratos sociales. Y jamás será en sentido inverso, pues esta  realidad no contraría las leyes naturales de la gravedad.

Ahora corresponde explicar las razones por las que no existen intenciones de perfeccionar la democracia y tender, en consecuencia, al estadio óptimo, es decir, hacia los conceptos originales. Esto acontece, fundamentalmente, cuando los dirigentes toman la política como un negocio personal, y con demasiada frecuencia en “flor de negocio”, quebrando de esta  manera el verdadero fin de la política, que es servir al prójimo pues tiene su génesis en el altruismo. Entonces sobrevienen los actos de corrupción generalizada, el nepotismo, el descrédito por parte del pueblo, la presión sobre la justicia para amparar impunidades, la inestabilidad económica imposible de resolver, el quiebre financiero, el populismo y, finalmente, la violencia social ¿Acaso no es lo que vemos a diario en muchos países subdesarrollados?

La realidad sobre el tema planteado se observa  a simple vista, cuya valoración está al alcance del ciudadano común, por eso demanda solo una explicación simple y concisa porque “La brevedad es el alma del ingenio”, afirmaba William Shakespeare.