escuelaPara todo individuo, durante el tramo inicial de su existencia, el hogar conformado por los padres debería ser el ámbito irreemplazable donde realmente  fomenta su educación  básica, además es el tiempo en que adquiere signos de comportamiento que lo marcarán para toda la vida. Puesto que  con un poco de genes y otro poco de usos y costumbres, los padres van moldeando el carácter de su prole. Y al respecto afirmaba el filósofo Lucio A. Séneca: “Lo que de raíz se aprende nunca del todo se olvida”. Luego la Escuela será la encargada de continuar y complementar esa acción formativa en cada persona, desde el ciclo primario, cuyo programa educativo se elabora con el propósito de ampliar y perfeccionar el componente cultural que comenzó en el propio hogar. Todo lo cual tiende a favorecer la inserción social de cada uno, pues equivale a  crear una conducta individual civilizada, y también permite elevar los conocimientos para beneficio personal y del conjunto social. Por consiguiente, es importante destacar también y como contrapartida, el peligro que presenta la  exposición prolongada en la  calle para un niño o adolescente, cuya situación adquiere mayor gravedad si no se halla acompañado de sus padres o personas adultas que lo contengan, pues no está dotado aún de los parámetros en su conducta, necesarios para distinguir con claridad entre el bien y el mal.

Por ello, es fundamental la primera etapa, familiar y escolar, dado que estos lugares  siempre contribuyen a diseñar rasgos de comportamiento que acompañarán al niño por el resto de su existencia. Sin embargo, conviene destacar incluso que  cada ejemplo vale más que mil palabras, debido a  que  el sujeto tiende naturalmente a copiar conductas, y esta predisposición es un eterno atributo. “Largo es el camino de la enseñanza por medio de teorías, breve y eficaz por medio de ejemplos”, sostenía Séneca. Y para una correcta formación, desde la propia casa  deberían difundirse  ejemplos sobre valores esenciales de la vida, tales como: amor a la familia, respeto al prójimo, la trascendencia del estudio, del trabajo, el orden constituido; además del patrimonio  cultural de nuestro pueblo y el cuidado del medio ambiente. Al respecto decía el filósofo holandés, Baruch Spinoza: “La actividad más importante que un ser humano puede lograr es aprender para entender, porque entender es ser libre”.

En consecuencia, desde una formación importante, la vida transcurrirá más linda, cuyo estado emocional  embarga al titular de tal conducta y luego se propaga al prójimo como un halo de buena onda  que a todos favorece, porque es el único modo de construir una sociedad civilizada, donde la convivencia es una decorosa necesidad y no una carga de problemas desagradables. Con tal propósito cuesta tan poco fomentar el orden y está al alcance de todos, sin excepciones, pues  las puertas del destino permanecen eternamente abiertas para todo el mundo, solo es cuestión de estimar las conductas lógicas que nos permitirán transitar nuestro camino de la mejor manera, individual y socialmente.

Y si a pesar de todo, las dudas acuden a nuestro pensamiento, desde que somos padres o en la etapa de educandos, con solo observar el comportamiento de la naturaleza que, en sentido amplio,  nos mostrará una senda, la que nunca falla, pues cuenta con la perfección funcional, creada durante los siglos transcurridos, y que ni los animales ni los vegetales desdeñaron jamás, dado que en la eterna construcción, la naturaleza nunca obró con intenciones extrañas subyacentes y siempre tendió a perfeccionar las cosas. Finalmente, el filósofo griego Aristóteles, aseveraba: “La naturaleza no hace nada en vano”.