Es muy probable que la valoración conceptual definida en este título, resulte un tanto sugestiva para el lector. Lo cual no debería ser motivo de asombro, dado que suele ocurrir  con demasiada frecuencia  respecto a  expresiones  o términos empleados diariamente, y con  evidente sesgo de masificación, donde no se alcanzan a distinguir estratos sociales ni culturales, pues la tendencia general  es a la uniformidad  en la lingüística adoptada por la población, y con rumbo  a incrementarse durante  un cierto  tiempo.

Por consiguiente, hoy en día son numerosos los medios de comunicación masiva que habitualmente impulsan  una “viralización” esnobista. Allí donde la palabra que rápidamente se difunde entre las personas, constituye un verdadero estimulante para quienes, sin tamizar, se identifican  con las manifestaciones sui géneris  que  van moldeando una estructura del lenguaje  que no coincide con la que pertenece a un vocabulario ajustado a las reglas  pre existentes. De este modo se  fomenta una especie de apatía  gramatical, cuyos objetivos estarían emparentados con la rebeldía funcional  y la rentabilidad de una empresa. Incluso el oyente común tiende a incorporar y sentir como propia esa manera de verbalizar sus comunicaciones personales, dado que lo cautiva.

A continuación, algunos ejemplos sobre una nómina bastante extensa, comenzando con una palabra, cuyo infinitivo es “complicar”, que se repite con harta frecuencia y en todos los tiempos verbales,  dentro de cualquier tema, sea en charlas privadas o públicas. No existen límites en su empleo, pues la reiteración es tal que desde el buen gusto y las normas nos conduce inexorablemente a una contaminación racional. Otro caso muy llamativo, que representa un auténtico relleno coloquial, se trata de una expresión muy vapuleada: “…y nada”. Lo cual nos trae a la memoria otro recurso con el mismo propósito y que imperó hace ya varios años, el mismo fue: “este”. También  existe otra palabra, cuyo origen temporal no está aún bien definido y que dice: “bolu…”, aplicada con preferencia en la jerga chabacana, donde incluso se vislumbra un trasfondo basado en la viveza criolla.

Por otra parte, que alguien imagine si leyera varias veces la misma palabra, inserta en breve párrafo de un escrito. O cuando su interlocutor, emplea igual recurso en una charla cualquiera. Seguramente no pasaría desapercibido, dado que casi todos conocemos  que las pautas  gramaticales básicas y la elegancia retórica señalan lo contrario. Y si en verdad debiéramos forzadamente repetir una palabra cualquiera, oral o escrita, serán los sinónimos los que nos salvarían de producir esa polución que se enuncia en el título del  presente escrito. Y la contaminación racional nace, en especial, de la sensación natural que anida en el lector cuando advierte que quien escribe, muestra una gramática pobre, grosera o pasatista. Por lo tanto, torna menos atractivas y creíbles a las intenciones de fondo, porque carece de la conveniente seducción literaria.