frases-de-jose-de-san-martin-frases-de-jose-de-san-martinDentro del ámbito político, la valoración de este rol tiene escenarios muy distintos, según se realice dentro de países del primer mundo  o en países subdesarrollados. Sin embargo, en ésta última clasificación, cuando nos referimos  al tema político únicamente, corresponde incluir a aquellos cuyas  autoridades  no les interesa lograr un orden civilizado en los diversos estamentos, donde tal estimación conceptual desciende sistemáticamente  desde  la cúspide y se esparce por toda la pirámide del poder político nacional. Y el estado de ánimo para crear esta situación parte esencialmente de no respetar las leyes o modificarlas para enarbolar designios personales o sectoriales, aunque sean espurios. Y desdeñando la condición de que son solo mandatarios de un poder mandante, que ostenta el propio pueblo, intentan perpetuarse en el cargo o, por lo menos, reiterar periodos de gobierno sin importar lo que la Constitución establezca, pues ellos se consideran por arriba de todo. Al respecto Cicerón afirmaba: “La salud de un pueblo está en la supremacía de la ley”. Y suceden aún cosas  peores  cuando el mandatario, aunque de modo implícito, manifiesta lo que  en su momento sostenía el rey Luis XIV: “El Estado soy yo”.

En consecuencia, por ahora nos ocuparemos de los países subdesarrollados, en los cuales suele acontecer, con alguna frecuencia, que las autoridades de turno imponen  ciertas ideologías  capaces de convertirse, según afirman enfática y reiteradamente, en verdaderos elixires para lograr el bienestar del pueblo. Con resultados  que valorizan y promueven  la austeridad, el trabajo, más el reparto de las riquezas generales. Todo lo cual, según repiten como una eterna letanía,  desembocaría naturalmente en  una verdadera  justicia social. Es decir que en este espacio el gobierno también  necesita convertirse funcionalmente en una especie de Robin Hood.

Luego, tales mandatarios, difunden con peroratas sistemáticas que el capital en manos privadas, es perverso y, por ello, es fuente de todos los males sociales porque va en contra de los justos intereses del pueblo trabajador, del pueblo pobre. De este modo se va creando progresivamente una fractura social, la cual se funda en el odio de clases, donde ya no importa el principio básico y universal de toda economía racional, que expresa: capital y trabajo son los pilares fundacionales de todo desarrollo económico.

Por otra parte, suele ser común que tales mandatarios, en breve y a través del poder omnímodo se conviertan en individuos acaudalados, por poseer una riqueza cuyo volumen es obsceno en la mayoría de los casos. Sin embargo, con total desparpajo pregonan que la concentración de bienes  contraría la posibilidad de  un desarrollo digno para esa parte de la sociedad que menos tiene. Además saben bien que para lograr sus designios deberán transitar el margen de las leyes, por eso necesitan  de cobertura e impunidad que van construyendo mediante una red populista. Y con este propósito recurren a individuos poco afectos al trabajo y muy proclives a las trenzas y el desorden, verdaderos marginales  a los cuales se les asigna el papel de: “fuerza de choque”, disponible para enfrentar cualquier embate social de inconformismo  que podría expresar el resto del pueblo. Luego designan personas y crean estructuras que son funcionales al poder central. Y a  todo lo cual se agregan espontáneamente los que sostienen ideologías a ultranza, fundadas  en conceptos que, según registra la historia,  mucho daño hicieron al mundo civilizado, además de mostrar diariamente el destino al fracaso donde aún imperan.

Y tal situación acontece a partir de cuando el mandatario, antepone sus intereses personales o partidarios  sobre los que pertenecen al pueblo, quien es  verdadero mandante, el cual va perdiendo su capacidad de reacción porque el populismo silencia voces en el transcurrir, y las acalla a través de la dádiva, la prebenda y el acomodo político destinado al sector predispuesto a adherir al movimiento. Por otro lado,  al contrario o al que piensa distinto,  intimida y oprime con todos los recursos del Estado  que podrían ser útiles, cuyo fin esencial  es el silencio o la defenestración. Y todo lo anterior sucede en simultáneo con la mentira sistemática, embustes destinados a presentar al régimen como victorioso, tanto en el orden social como en el económico, cuyo producto  redunda por sobre todo en beneficio de los más pobres y desprotegidos.

La única solución a este estado de cosas consiste en derrocar al mandatario impulsor de ideologías anacrónicas, demagógicas  y  populistas a través de una elección normal, precisamente la que prevé la Constitución del país en cuestión. Sin embargo, no es tarea sencilla pues el número de ventajeros aumenta continuamente durante ese gobierno  y, de este modo, llega a constituir una masa cada vez más importante de potenciales electores, los cuales no admiten que decaigan las gangas obtenidas, por ello se torna  difícil de superar en cantidad de votos,  porque se multiplican con el simple transcurso del tiempo. No obstante, “Todo poder excesivo dura poco”, aseveraba Séneca.