Reflexiones


Ni por un instante podríamos dudar que el ser humano, es un sujeto gregario por naturaleza, con lo cual cultiva su propia integración social, necesaria y conveniente para la supervivencia normal, expresada en el más amplio espectro. Por ello, una vez sintonizada esta predisposición, útil en el ensamble destinado a forjar las condiciones óptimas para una vida mejor, individual y de conjunto. Todo lo cual, comprenderá a la salud física y mental de cada persona, para desarrollar luego una convivencia de verdad civilizada, que permita lograr naturalmente la paz, más la evolución económica y social del pueblo en cuestión.

No obstante, también el ser humano es capaz de adaptarse al aislamiento voluntario y, de ese modo, sumirse en la más absoluta soledad. Sin importar las razones terapéuticas, ni las tendencias gregarias. Al respecto dos casos resuenan, en especial, porque fueron ampliamente difundidos, dado el tinte dramático que ambos contienen, por una supervivencia llevada al extremo. Y de este modo pudimos conocer algunos detalles de tan llamativo modo de vida que adoptan algunos seres humanos, los cuales ni siquiera valoran las conveniencias generales, sino que solo obedecen a una especie de romanticismo privado, con efecto centrípeto.

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Es la familia, la célula social de una comunidad, de un pueblo, de una nación y, en la sumatoria, del mundo entero. Y en estos conjuntos, precisamente, se funda la convivencia con la premisa de que, cuanto más ordenada funcione, mayor será el beneficio general para sus integrantes, donde esa condición individual naturaliza espontáneamente un efecto multiplicador que, a la postre, podría anidar con extensión de tendencia universal. Luego, cuanto más sistematizada transcurra una sociedad, tiende a generalizarse el bienestar, y sin la necesidad funcional de claudicar en ningún asunto de estricta justicia.

Sin embargo, la estimación del párrafo anterior se deteriora inexorablemente y en todos sus aspectos cuando existen grupos de personas solo abocadas a integrar un sector de la sociedad, donde prima la ideología radicalizada, y de ese modo desdeñan los valores básicos, necesarios para conformar una sociedad normal. (más…)

Tal como expresamos en el título del presente escrito, es Fundamental en la conducción de un vehículo automotor, y sin importar el porte, observar algunas reglas básicas que no siempre surgen de las leyes respectivas, sino que más bien emanan del sentido común. El cual, a veces y lamentablemente, es el más ausente de todos los sentidos, tanto en el conductor como en las leyes de tránsito. Y cuya finalidad estaría dirigida a evitar daños materiales y, en especial, a cuidar la integridad de las personas involucradas en los riesgos de siniestros imprevistos.

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El enunciado es un tema de efectos controvertidos en distintos ámbitos y que, muchas veces, presenta posiciones diametralmente opuestas en la consideración de analistas económicos de reconocida trayectoria.

Días pasados, leíamos el comentario de un periodista que trabaja para un medio especializado en economía. El cual se refería al avance tecnológico “como una bendición, generadora de ocupación…”; aunque reconocía que en el primer impacto produciría un volumen de desocupación “no preocupante”. Sin embargo, esta creencia dentro de una economía atribulada como la de nuestro país en especial, define una auténtica quimera. Dado que basta conocer un poco de la historia acaecida en los grandes centros económicos y sus implicancias en las economías emergentes, para sustentar una posición que provea de un razonable realismo.

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El criterio general expresa que la mentira es una demostración contraria a lo que se conoce, se piensa o se cree. Es un recurso empleado con fines diversos y en contra de lo que se considera como una verdad. En consecuencia, la mentira representa una impostura. También equivale a un antivalor moral, y siempre tiene un condimento negativo. No obstante, su uso cuenta con una gran difusión. Desde el punto de vista puramente biológico se manifiesta como un mecanismo de sobrevivencia. Y en las relaciones humanas constituye un modo destinado a la combinación social.

Santo Tomás de Aquino, que perteneció a la Orden Dominicana, distinguía tres tipos de mentiras: la útil, la humorística y la maliciosa. Y los tres tipos mencionados exteriorizan un  pecado, pero con una dimensión diferente. Tanto es así que las útiles y humorísticas son pecados veniales, mientras que la mentira maliciosa incluye un pecado mortal. En consecuencia, el tipo más grave es la calumnia, ya que con ella siempre se acusa a un inocente, donde el único móvil es la maldad o la malicia.

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Pensamos que nadie debería dudar sobre la realidad de este proceso, el cual obedece a una tendencia inherente al ser humano. Y cuyo carácter muestra, como aspecto básico, que  el mayor rigor y el auténtico “ojo clínico” siempre se deben aplicar en  episodios  y omisiones realizadas por el prójimo. En el preciso instante donde prevalece  una especie de narcisismo emocional,  pues actúa en el individuo mientras lo declara dueño absoluto de esa dulce sensación, porque lo hace sentir que es poseedor de la razón en determinada contienda. Y muchas veces sucede, aunque el verdadero conocimiento sobre ciertos temas no habite en su fortaleza cultural. Al respecto, y ante una especie de vanidad exagerada, consideramos ilustrativo citar el pensamiento de René Descarte, filósofo y matemático francés, que solía afirmar: “No hay nada repartido de modo más equitativo que la razón. Todo el mundo está convencido de tener lo suficiente”.

Luego, y a partir de la composición de lugar efectuada en el párrafo anterior, creemos justo destacar cómo un importante caudal de personas tituladas: economistas, periodistas, escritores, sociólogos, encuestadores y  consultores mediáticos, se muestran  ávidos por exponer su figura en cualquier medio de comunicación masiva. (más…)

El tiempo es la representación de la eternidad en movimiento. Y en esta misma dinámica va dejando su impronta, que podría ser superficial o profunda. Sin embargo, no todo realiza el tiempo al transcurrir, sino que el ser humano también hace su aporte. El cual no siempre sintoniza con las formas del tiempo, puesto que el mayor interés del  hombre radica en la propia conveniencia,  algunas veces basada en errores de criterio y en otras, por depender exclusivamente  de su  egoísmo personal, cuyo motivo podría  colisionar  inclusive con la sincronización general creada por la perfección del Universo. Es decir que, de este modo, el hombre define una diferencia básica respecto al comportamiento de animales y vegetales dentro  del medio natural que les dio la vida,   donde  a cada uno brinda los medios necesarios para su normal  existencia. Y al final, a todos por igual asigna un sitio en el tránsito a la eternidad. (más…)

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