Sin MusicaLa estimación de este asunto varía con el tiempo, pues  el modo de sentir la vida se relaciona con  las etapas  en que transita un individuo durante la propia existencia. Pero el mayor peso de identidad en cada cosa, siempre dependerá de la  razón, la que luego impulsa la acción. Por consiguiente, es de máxima importancia la necesidad de fomentar y perfeccionar continuamente  la interacción entre el acto inicial que surge del pensamiento con la posterior realización de cualquier propósito pergeñado, el cual depende de la voluntad, y cuya valoración oscila  mientras acontecen las etapas mencionadas. Vale decir que en la niñez no se define decididamente tal necesidad, tampoco en la juventud predomina la claridad en los propósitos, pues en esos períodos de la vida el individuo se siente naturalmente eterno y ocupa sin mayores compromisos un espacio en el mundo. No obstante, a partir de aquí, sin tantas precisiones y como una permanente imposición del destino, la realidad tiende a cambiar.

Por lo tanto, apenas superadas las manifestaciones  propias de los tramos descriptos en el párrafo anterior, es conveniente detenerse a reflexionar sobre el tema planteado, y seguro que conviene sostenerlo como un modo de sentir la vida. Ya que, el cuerpo necesita de una buena salud para conservar el normal funcionamiento general, por ello exige y traslada a la razón las necesidades de su cuidado con esmero. No obstante, en la realidad de todos los días, es común observar la indolencia de tantas personas de distintas edades que sistemáticamente agreden su cuerpo a través de los vicios.  Por ejemplo, tales como fumar, beber alcohol en exceso, ingerir diversas drogas altamente perniciosas y lacerantes. Incluso la gula, cuando le prestamos demasiada atención, incrementa el tejido adiposo que se manifiesta con el sobrepeso de las personas y un montón de síntomas, por lo general negativos y evidenciados por trastornos cardiovasculares, motrices, aspecto externo, restricciones para realizar deportes, impotencia en los hombres, complejos anímicos, incomprensibles discriminaciones,  etc.

En consecuencia, creo que sobran motivos para delinear  conductas que propendan a una vida  ordenada en esta etapa de la existencia, es decir, en especial luego de los 30 años de edad. Y lo que más debería estimular, aparte de una necesidad esencial, es que no resulta para nada complicado lograr este propósito, que surge de la razón y luego se traslada a la voluntad. Y tanto vale la pena tal comportamiento que su derivación nos asegura buena calidad por el resto de nuestra existencia, allí cuando más la necesitamos, porque el bienestar físico trae aparejada la alegría de sentirse bien y poder, de esta manera, acceder a tantas cosas, casi como cuando éramos jóvenes y no pensábamos, ni por asomo, en las inhibiciones que ocasiona el paso del tiempo.

Como corolario, ¿acaso alguien duda de que la conducta descripta vale la pena? Piense el lector, que hasta los animales cuidan su existencia, pero lo hacen desde el instinto de conservación que se nutre por la memoria asociativa. Y tal vez por ese motivo  simplifican la vida, entonces no necesitan sensaciones extras para sentirse vivos, pues el bienestar trasciende únicamente de estar sanos y satisfechos con las funciones fisiológicas que la naturaleza original demanda. En cuanto a lo demás, no es parte de su mundo.