En un recóndito paraje  de la “Pampa gringa”, y en tiempos que la música romántica hacía furor en la juventud, más la desinformación social y política que era un clásico para todos los habitantes  de la zona. Allí, en  el preciso instante que el sol comenzaba a despuntar sobre  el horizonte, y la   mañana de mediados de julio se presentaba verdaderamente gélida, en tanto que dentro de un precario corral, sin ningún reparo de vientos ni lluvias, tres tamberos caminaban encorvados entre las vacas, como oponiendo resistencia a la temperatura que intentaba sobrepasar los abrigos superiores, confeccionados a modo de ponchos  y  con arpillera de trama compactada. En esas desapacibles condiciones, dos veces por día  se realizaba la tediosa y eterna rutina del tambo. Uno de ellos, un niño de escasos 10 años de edad, continuamente efectuaba su tarea de pie, posición que en determinado instante le permitió observar un acontecimiento insólito, sin dudas. A su izquierda  y al sur de un pequeño monte de viejos paraísos, apenas a unos 80 metros desde su lugar de trabajo y donde comenzaba un sembradío de centeno, vio que Chilín, un perrito ratonero, de color blanco con algunas manchas negras y marrones, que tendría  4 años de vida, emprendió su hostilidad contra una corpulenta liebre, que tal vez pesaba el doble de su pendenciero  adversario. (más…)