Transcurría el mes de setiembre cuando arribamos a Oruro, mientras que el crepúsculo semejaba un telón de fondo para un enorme símbolo de la minería, columna vertebral de la actividad económica del lugar que se desarrolla en socavones hechos en las entrañas de la tierra. Aquí el clima es seco y ventoso. Logramos un hotel ubicado frente a la plaza céntrica…y en nuestra habitación  del 8º piso, soplaba fuerte y constante el viento que penetraba por los intersticios de las ventanas corredizas y conjugaba un extraño silbido, causando por la noche la sensación fantasiosa en la imaginación esotérica. Sin embargo, durante el día, y pese  a la continuidad del fenómeno, renacía la calma  en el animo y entonces todo era normal.

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