Vivíamos en el campo, allí donde transcurría mi niñez de manera sencilla; pero, a la vez, cargada de obligaciones laborales, y una de éstas consistía en la tarea del tambo, tediosa y rutinaria actividad en la que jamás se anunciaban feriados, asuetos o  huelgas; el lugar tampoco admitía espacios para un almanaque, por eso los días eran todos iguales, no había números en rojo, ni decretos del gobierno. En consecuencia, ante esta situación sin remedio convenía diseñar un panorama distinto, y eso era posible sólo desde la propia imaginación emocional; por ejemplo, al disfrutar la naturaleza del lugar, cualquier hecho por más simple que fuera podría convertirse en verdadero acontecimiento  dentro de uno mismo. (más…)