Justo había comenzado el otoño, y la noche ya cubría con su manto oscuro al caserío del pueblo; mientras en el boliche, una decena de parroquianos arreglaba el mundo y vaciaba las botellas. Próxima  a la ventana de la chusma, una mesa colocada contra la pared, allí sentados estaban dos tamberos, apodados en la zona como “Moscato” y “Ginebra”; ninguna bebida les hacía arrugar la nariz; y trabajaban para un importante chacarero del lugar.

En ese instante, trataban un tema urticante, lleno de misterios y riesgos, por eso la ansiedad  iba en constante aumento y los impulsaba a consumir más  de lo habitual, para lograr coraje. La cacería de pumas era la pasión del momento; pero no tenían ni la menor idea de cómo realizarla, sólo conocían el lugar, allá en el monte santiagueño. Por ahí se acerca el mozo y Moscato le pregunta: (más…)