1-Cba-LuxardomuniEn esta ocasión  deseo participar con los lectores de Nexo Cultural, de un acontecimiento histórico,  donde el corazón tuvo un rol protagónico a través del sentimiento, y cuya magnitud tal vez no se pueda describir con las palabras solamente. Finalizaba el 2005, cuando  vecinos de Plaza Luxardo, me solicitaron que definiera  el Prólogo del libro escrito por un grupo de maestras, el cual contenía 100 años de historia de la Escuela del lugar.  Pareció maravillosa la propuesta y por eso enseguida acepté. Ni siquiera tuve que emplear el intelecto porque el recuerdo me guió mansamente por el camino del pasado y así nacieron estas palabras:

Editorial

                   El 9 de setiembre de 1906 constituye un hito fundamental de aquel momento y, el resultado del mismo, se irradia a todos los tiempos. Porque los pobladores de Plaza Luxardo pensaron, seguramente, en las necesidades básicas presentes y futuras, y por ello propugnaron por el establecimiento del ámbito escolar para beneficio del incipiente poblado y su zona de influencia. Con esta premisa acertaron en su convicción y con el desarrollo del propósito, pues la escuela fue, es y será el recinto donde se pueden forjar todos los medios útiles y los modos adecuados para honrar la vida.

                   Pero esto se logra por medio de su contenido genuino, humanista y vital, necesario para elevar la existencia en sociedad a través de la educación, el conocimiento cultural y el comportamiento social, en particular de todos los alumnos que pasaron por sus aulas.

                   Entonces, la Escuela Nacional Nº 24, tal como se identificó durante tantos años, ofreció el ámbito estructural y los maestros que se sucedieron en el tiempo, pusieron la vocación y los conocimientos en su recinto. Conformando una simbiosis que resultó perfecta para el logro que alguna vez soñó un conjunto casi anónimo de pioneros del lugar. La realidad fue mostrando, cada día, los frutos de aquel emprendimiento.

                   En los primeros años, los maestros debieron asumir una tarea ardua y a veces con sensación de misión imposible, porque sobre la precariedad del edificio escolar profundizó el problema de carencia de medios didácticos y de todo orden. Además, los habitantes de la zona, colonizadores y descendientes de ellos en gran mayoría, hablaban de manera excluyente el piamontés o algún otro dialecto italiano. En consecuencia, la dedicación primaria y fundamental consistió en hacer, o por lo menos tratar, que los alumnos aprendieran algo del idioma castellano para luego avanzar, de a poco, en la enseñanza general. Sólo la vocación acendrada fue la herramienta intacta para enfrentar, con una dosis de infinita voluntad, todos los avatares de aquellas épocas.

               Sin embargo, la escuela tuvo un comportamiento muy dinámico y amplio. Los maestros, padres de alumnos y vecinos, unieron esfuerzos y aportaron permanentemente la cuota necesaria y posible para cada uno. De este modo, la escuela no sólo se actualizó en la enseñanza según pasaron los años, sino que desplegó desde su seno una intensa y prolífica labor social, convirtiéndose en referente y promotora de múltiples actos para beneficio de la comunidad. Tanto es así, que se constituyó en continua caja de resonancia de las aspiraciones del pueblo.

            También son parte de su historia los momentos difíciles que se presentaron a través del tiempo. Superados los escollos y sinsabores de la precariedad edilicia y las dificultades para la etapa inicial, sobrevendría el traslado de la Escuela al pueblo de Devoto. Pero debido a una intervención paradojal realizada por los maestros de aquel entonces, por suerte esta pesadilla duraría sólo un año. Y más reciente es el intento de un gobernador de la provincia de Córdoba, que pretendió, por medio de un simple  decreto, cerrar las puertas de tan pródiga y necesaria escuelita, tan valorada por los pobladores del lugar que consideraron siempre, en su real dimensión, el beneficio presente y futuro que confería a los habitantes de Luxardo.

            Además, es justo destacar que la existencia y continuidad de la escuela, se debe a la acción mancomunada, oportuna y tesonera que siempre desarrollaron los vecinos del pueblo. Por lo tanto, constituye un verdadero homenaje cuantificar en este acto, la honra de haber nacido aquí y de pertenecer a Plaza Luxardo. La Escuela ayudó a consolidar este sentimiento, lo cual agranda dignamente el valor de la gratitud.

            Por todo lo expresado y ya en el umbral de la conmemoración de un siglo de vida, este 9 de setiembre del año 2006, reviste una oportunidad ideal para exaltar esas almas nobles de guardapolvo blanco que nos permiten, a través de su obra, volver al pasado desandando el camino transitado por la escuela durante cien años; y  de esta manera, poder conocer mucho más de su historia, la que nos seguirá llenando de orgullo por toda la vida.

            Finalmente, elevo un fervoroso deseo que, creo, contiene el sentimiento de todos aquellos que pasaron por sus aulas: “que nuestra querida escuelita exista por siempre en Plaza Luxardo”. Porque ella es parte indisoluble de la historia, de la cultura y de la vida en sociedad del pueblo, ese que alguna vez nos  dio su hospitalidad y nuestra identidad como vecinos del lugar.

                                                                                             Carlos Evasio Maggi